CAPÍTULO 10: Manhattan, y sus excitantes travesías nocturnas

5.2K 227 22
                                    

Marco

La furia me cegaba como nunca antes. Ni siquiera me importó que cada una de las personas que se encontraban en el edificio se quedaran mirándome al reconocer mi camisa y parte de mi rostro ensangrentados, ni que posiblemente se armaría un escándalo alrededor de las fotografías tomadas por los paparazis a las afueras de la compañía.

Sabía que él nunca dejó de observar cada uno de mis pasos, mantenerme vigilado igual que un cachorro o un proyecto humano, pero ¿contratar a una adolescente para enamorar a su único hijo, igual que una maldita espía, para que así estuviera al tanto de las decisiones que solo me correspondían a mí?

No estaba bien, ¿verdad?

Necesitaba saberlo, porque estaba a nada de cometer la que probablemente era la mayor locura de mi vida.

Sabía que no era por Lena, me ilusioné con ella, sí. Fue la primera mujer de la que realmente lo hice, la quise a pesar de todo lo que mis amigos me dijeran de ella, la apoyé con los problemas de su padre en Rusia y la apoyé en cada uno de los pasos que dio. Sin embargo, entendía a la perfección que no era por ella, si no que todo se trataba de Antoine contratara a alguien para espiarme todos estos años.

Estacioné el auto a las afueras de su extravagante mansión ubicada a las afueras de la ciudad y me adentré en la misma, con toda la furia interna apoderándose de mí.

Podía sentir las miradas del personal puesta en mí. Ninguno entendía que sucedía, pero sabían que nada bueno se aproximaba. La seguridad ni siquiera intentó detenerte. Después de todo, era familia, ¿no? Si me ponían un solo dedo encima, se arrepentirían toda su vida.

Era fin de semana. Sabía que mamá estaba a nada de llegar del trabajo y que Emma, mi hermana menor, aún no regresaba de su viaje de amigas a Las Vegas, así que tenía la casa completamente para nosotros sin que nadie interceda entre ambos.

Cuando finalmente llegué al pasillo en donde se encontraba su despacho, un hombre se atravesó en mi camino, el mismo que llegaba trabajando con Antoine desde que era un adolescente. El pavor acudió a sus ojos al verme por completo.

—Joven Vanderbilt, no puede pasar —impuso inútilmente, colocándose enfrente mío.

Me froté el rostro ante aquel impedimento en mi camino hacia su despacho.

—Quítate de mi camino, Sargent, o lo haré yo por ti.

—Lo lamento, joven, pero su padre no está dispuesto a recibir visitas.

—Bueno... —sonreí de repente, lo que le causó escalofríos —. Esta no es una puta visita de su pequeño, esa una reunión de hombre a hombre y si no te quitas de mi maldita camino, desearás no haber nacido, ¿fui totalmente claro?

Lo pensó durante algunos segundos.

—Lo lamen... —la frase no terminó, ya que lo hice a un lado de un solo movimiento, llevándolo contra la pared. Empuñé su camisa y lo estrellé con fuerza contra el muro.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? Dime, ¿tres o cuatro años? No soy el mismo joven Vanderbilt, Sargent, ahora soy imparable. Nadie puede decirme que hacer o no, ¿entendiste? Mucho menos un imbécil que resguarda al más grande imbécil que ha nacido.

El pánico acudió a su rostro, el mismo que comenzó a enrojecerse por mi agarre.

—Ahora, te harás a un lado y no interferirás en mi camino, o tendré que enseñarte a no meterte conmigo. Y te aviso que no tengo límites, si me haces enojar, te tiraré todos los putos dientes, ¿fui claro esta vez?

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora