Capítulo 61: Escapar de ese infierno

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Celine

Recopilación de pruebas, respaldar mi inocencia y demostrar que no fui yo quien traicionó a Marco. Aquello incluía correos electrónicos, mensajes de textos, registros financieros u otros documentos que evidenciaran la participación de Lucius Vanderbilt en el asesinato de Nathaniel y la filtración de los papeles correspondientes al lavado de activos en la compañía Vanderbilt.

El abuelo de Marco era un adversario formidable cuya astucia rivalizaba con su experiencia. Había planeado meticulosamente cada movimiento, cubriendo sus huellas con una precisión casi impecable, pero yo estaba decidida a enfrentarlo, a desafiarlo en su propio juego y proteger a quien continuaba siendo mi esposo, sin mencionar que debía luchar por demostrar mi inocencia.

Cada encuentro fortuito en donde lo encontraba, mis ojos escrudiñaban cada rincón de la habitación, buscando cualquier indicio que pudiera revelar la verdad oculta detrás de sus maquinaciones. Sabía que enfrentarlo requeriría no solo astucia, sino también coraje y determinación.

Con cada movimiento calculado, Lucius intentaba desviar del camino a quien estuviera yendo por él, sembrando pistas falsas y distracciones en su camino, pero yo no me dejaría engañar tan fácilmente.

El segundo paso de mi elaborado plan junto a James era una ardua investigación, señalando a las personas que estuvieron implicadas, revisando archivos antiguos, buscando testigos que pudieran confirmar mi versión de los hechos, y junto al investigador privado reunir pruebas sólidas, porque no me bastaba con desenmascararlo frente a mi marido, sino también deseaba hacerlo ante el mundo entero, hundiéndolo en una humillación aún peor que a la que él me sometió.

James, quien amablemente se había mantenido al pendiente de reunir nuevas pruebas luego de que yo averiguara gracia al detective que Lena Fontaine, la modelo de cuarta con la que se revolcó Antoine estando ella con su propio hijo, y también con quien no tuve ningún tipo de remordimientos luego de estrellarle el rostro contra al espejo de una tienda Cartier, el día de mi cumpleaños.

Aún recordaba ese día como si fuera ayer, fue la primera vez y la única que me atreví a dañar a alguien deliberadamente.

Jamás llegué a odiar a esa mujer previo a ese encuentro porque, aunque Marco me contó más que suficiente para hacerlo, era algo que sentía no me involucraba, porque lo que decidí no odiar a una mujer sin conocer su lado de la historia, pero toda aquella empatía femenina se fue por el drenaje cuando se atrevió a meterse con Mason.

Mi dulce ángel, quien unas semanas atrás, en abril, habría cumplido dos años.

El reflejo en el espejo me devolvía la mirada con una frialdad que me helaba el alma. Mis manos temblaban de rabia contenida mientras observaba el rostro de la mujer que se había burlado de mi pérdida, de mis traumas, de todo lo que había vivido y superado con tanto esfuerzo. No pude contener la furia que crecía dentro de mí, una mezcla de dolor y rabia que exigía ser liberada.

Sin pensarlo dos veces, empuñé su cabellera rojiza y estrellé su rostro contra el cristal, sintiendo el impacto vibrar a través de su cráneo. El espejo se resquebrajó ante el golpe, fragmentos de vidrio cayendo al suelo en un estallido de ira y desesperación, pero no sentí alivio, solo un vacío abismal que amenazaba con consumirme.

La mujer que se burló de mi sufrimiento no podía comprender el peso de mis cicatrices, ni la fuerza que había encontrado en mi propia vulnerabilidad, pero yo no necesitaba su comprensión ni su perdón. Lo único que necesitaba era encontrar la paz dentro de mí misma, aprender a sanar mis heridas y seguir adelante, más fuerte que nunca. Y aunque el espejo yaciera destrozado a mis pies, sabía que nunca permitiría que nadie más me hiciera sentir pequeña o indigna de amor y respeto.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora