Capítulo 56: El cielo llora por nuestro fínal

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Marco

El corazón me pesaba, supe desde el primer segundo luego de lo sucedido que nada volvería a ser lo mismo en nuestro matrimonio, pero eso no lograba disminuir la culpa que me carcomía ni la agonía de su ausencia. Céline desde que nos casamos a finales de agosto de hace un año y medio se había convertido en mi salvavidas, en mi ancla a la realidad, en mi fortaleza y debilidad más grande, así que cuando abandonó el que había sido nuestro hogar por meses, una parte de mí se fue con ella.

Justo de la misma manera en la que lo hizo cuando abandonó Viena luego de perder a Mason, sin embargo, existía una enorme brecha de diferencia entre ambas situaciones. Mientras en la primera, se fue por buscar su estabilidad emocional, el consuelo en un profesional que le ayudaría a controlar todo lo que en ese momento parecía incontrolable, mientras que, en la segunda, se marchó ansiando estar lo más lejos de mí y mi repugnante patología.

No me importaba la jugosa demanda en contra de mi familia, ni el caso alrededor del asesinato de Nathaniel. Lo único que me pedía mi corazón era que no hubiera cometido lo que la alejó de mí hasta el punto de evitarme, de bloquear mi número, incluso de ignorar los intentos de James por hablar con ella.

Me encontraba solo en la penumbra de mi propia miseria, rodeado de las cenizas de lo que alguna vez fue mi hogar. Mi esposa había partido, llevándose consigo los últimos vestigios de esperanza que tenía de enmendar las grietas que mi error había creado en nuestra relación. Ahora, el eco de sus pasos alejándose resonaba en el vacío de la casa, mientras me sumergía de nuevo en los malos hábitos que creía haber dejado atrás.

La botella de whisky se convirtió en mi único consuelo, un escape efímero de la realidad desoladora que había creado para mí mismo. Me ahogué en el alcohol, buscando en cada trago la anestesia que me permitiera evadir el dolor que sentía, aunque solo fuera por un instante, pero cada sorbo solo parecía avivar las llamas de mi angustia y arrepentimiento, recordándome una y otra vez que era el arquitecto de mi propia desgracia.

Mis puños golpeaban con furia las paredes, en un intento desesperado por liberar la ira y la frustración que bullían en mi interior, pero cada golpe era solo un eco vacío de mi impotencia, un recordatorio silencioso de que ya era demasiado tarde para cambiar el curso de los acontecimientos.

Me sumergía en la oscuridad de la noche, vagando sin rumbo fijo por las calles vacías de la ciudad, buscando desesperadamente una salida a ese laberinto de autodestrucción en el que me había perdido, pero cada calle sin salida y cada callejón oscuro solo servían para recordarme lo lejos que estaba de encontrar la redención que tanto anhelaba.

En medio de la tormenta de emociones que me consumía, me di cuenta de que había vuelto a caer en el abismo de mi propia debilidad. Un agujero sin fondo del que me había costado horrores y muchos años el salir, y que se terminó cuando ella apareció en mi vida en aquel bar de Manhattan.

Recordaba esa noche como si fuera ayer, una noche fría y oscura que quedaría grabada en mi memoria para siempre. Después de días de incertidumbre y angustia, Céline finalmente apareció ante mí, mientras yo albergaba la esperanza de que estuviera allí para hablar, para tratar de salvar lo que quedaba de nuestro matrimonio, a pesar de mi error, pero en lugar de eso, lo que recibí fue un golpe devastador que me dejó completamente destrozado.

Sus palabras cortantes y su mirada llena de determinación fueron como puñales que perforaron mi corazón endurecido. Me pidió el divorcio con una calma que me heló hasta los huesos, como si fuera una conclusión inevitable que se había estado gestando en su mente durante mucho tiempo.

En ese momento, me sentí como si el suelo se abriera bajo mis pies, dejándome caer en un abismo de desesperación y desolación. Todo mi mundo se desmoronó ante mí mientras luchaba por procesar la realidad abrumadora de que había perdido a la persona que más amaba en el mundo, y que era culpa mía.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora