CAPÍTULO 4: Las cosas que he perdido en ti

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Céline

Sentía que las palabras retumbaban en mi cabeza y el movimiento del viento se movía a la par de mis orejas. No había nada que odiara más que despertar luego de una larga noche de tragos, porque sabía que sería entonces que la resaca llegaría a mí.

—¿Se puede saber en qué diablos estabas pensando? Embriagarte todo el día, ¿es en serio?

Los regaños de Nathaniel provocaron que me llevara la mano al rostro, intentando disipar todo el malestar en mi cuerpo.

—¿Podrías no gritar, por favor? Siento que mi cabeza estallará si continúas gritando.

—¡No estaba gritándome! ¡Por Dios, me voy por unos días a ver a mi familia y no tardas más de uno en embriagarte! ¡¿Qué sucede contigo?!

—Me dejé llevar...

Continué en la orilla de la cama, cubriendo mi rostro con mis manos, incluso la luz del sol me irritaba. ¿En qué diablos me había convertido? ¿Una especie de vampiro?

—¿Te dejaste llevar? ¿Quién diablos eres, una maldita adolescente de quince años? Tienes casi veintitrés años, maldición, eres una mujer comprometida, lo que significa que deberías controlar tu impulso por caer en las bebidas alcohólicas...

Fue entonces que sus gritos terminaron por asfixiarme por completo y no pude contener el ponerme de pie para confrontarlo.

—¡¿Y cuál es tu maldito problema?! ¡Sí, bebí anoche, ¿y qué?! —exploté, haciéndolo retroceder —. ¡No perdí los estribos, yo decidí que quería embriagarme, así que deja de tratarme como a una maldita adolescente y alégrate de verme luego de días!

Sabía que posiblemente estábamos causando un espectáculo en la casa de mis padres, y que ellos podrían estar oyendo todo desde el otro lado de la puerta, pero lo intenté. En serio, intenté no sucumbir ante sus provocaciones, para resolverlo en privado, en nuestro departamento, pero, de nuevo, lo intenté.

Rápidamente pude ver el arrepentimiento tallado en sus facciones apacibles, dio unos pasos hacia mí, intentando tomar mi mentón entre sus dedos. Removí mi rostro, intentando no observarlo a los ojos.

—Perdóname, mi amor... —susurró por lo bajo, aproximándose a mi rostro —. No debí perder la cabeza porque decidieras recuperar un poco del tiempo perdido con tu familia...

—Pues sí, fuiste un completo idiota conmigo.

—Lo sé, mi amor. Solo creo que debiste avisarme antes...

Permití que terminara con la distancia entre nosotros al unir nuestros labios, permitiéndome saborear la sensación de familiaridad entre ambos. Una impresión de labios que consumó la ferviente necesidad de tenerlo junto a mí luego de casi una semana entera. Abrí mis labios cuidadosamente, con la clara intención de incrementar la intensidad del beso. ¡Vamos, no lo había besado en días!

Su lengua se encontró con la mía, en la misma velocidad en la que sus manos se posaron en mi espalda, acariciándome con delicadeza y ternura.

—No tienes idea de cuánto te he echado de menos, cariño —concedió, subiendo sus manos desde mi espalda hasta llegar a mis hombros, masajeándolos con total naturalidad.

—Y yo a ti, en serio.

—Tu padre dijo que el desayuno estaba listo, deberíamos bajar a acompañarlos, ¿no lo crees?

Asentí, caminando por toda la habitación en busca de mis zapatos.

—¿Cómo te fue en el viaje? —pregunté, tomando asiento al borde de la cama.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now