CAPÍTULO 8: Presa de la ansiedad e inseguridad

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"Nunca duerman peleados con personas que padecen de ansiedad o depresión, tú duermes, ellos, no."

Céline

París, Francia.

Anuncio de compromiso.

A la mañana siguiente de habernos comprometido, luego de haber tenido sexo por primera vez siendo prometidos, no pude evitar sentirme extraña al no recordaba la última o siquiera la única vez en donde Nathaniel fuese tan...no él en el sexo. Mi ahora prometido solía ser demasiado cerrado respecto a ese tema; no le agradaba lo rudo, tampoco lo ruidoso o exótico, como la lencería de encaje y ese tipo de cosas, sin embargo, no pude tiempo para procesarlo todo cuando unos días después debías anunciar nuestro comprometido en un evento situado en la casa familiar de mis padres.

Él siempre solía promover entre nosotros el hacer el amor, no follar, porque aquello no hacían las personas que se amaban, sino los amantes. Sí, podría sonar demasiado estructurado y aburrido, lo sabía, pero cuando me enamoré de él con apenas quince años, no pensé en cómo era en la cama o en sí lograríamos llegar a los años que habíamos llegado. Lo único en lo que pensaba era en que sí él sería la persona indicada para dejarle ver mi corazón, bajar la retaguardia y enamorarme perdidamente de su personalidad o de sus demostraciones de afecto conmigo.

Pero, luego de casi siete años de relación, sentía que las cosas comenzaban a ser monótonas, rutinarias y soporíferas.

¿Demasiado tarde? ¿Luego de siete años juntos y de aceptar su propuesta de matrimonio? Sí, probablemente, pero no tuve el corazón para decirle que no enfrente de nuestras familias y con su rebosante nerviosismo.

Nathaniel Lombardi era más que una pareja para mí, era mi compañero, en quien podía apoyarme cuanto todo parecía desmoronarse, cuando el trabajo me sobrepasaba o simplemente cuando los cólicos menstruales me golpeaban, provocando que me hiciera un ovillo sobre nuestra cama.

Soporte, un ancla a la que aferrarse y una mano siempre dispuesta a sostenerme.

—Cariño, ¿estás lista? —Oí su voz proveniente del umbral de nuestra habitación, y para cuando lo busqué, lo vi. Traía unos pantalones de pinza gris, un cuello de tortuga bajo su suéter Ralph Lauren, y unos tenis blancos, permitiendo que su cabellera castaña clara reluciera bajo los rayos de sol.

Se veía lindo, como de costumbre. Su estilo era casual, clásico y elegante, como era todo lo que nos rodeaba. Era un estilo lindo, con todas las características mencionadas a su favor, pero ¿en dónde quedaba el poder usar un vestido sensual con escote pronunciado o ceñido a nuestra figura?

Sí, bueno, esa clase de vestimenta no representaba a la alta sociedad a la que pertenecía.

—Sí, sí, solo...yo... —intenté ponerme de pie, cuando lo sentí ponerse de cuclillas enfrente mío.

—Ce, ¿qué sucede? ¿No quieres ir? Cariño, sólo es un almuerzo en el patio de tu familia, en donde anunciaremos a nivel mundial nuestro compromiso...

<<Nivel mundial>> Aquello complicaba aún más mi situación, porque entonces no solo sería del conocimiento de mi familia y la suya, sino que sería todo el jodido mundo.

—Lo sé, yo solo quería...que me ayudes a abrochar mis tacones —mentí, encogiéndome de hombros.

—Oh, es eso. No hay problema, cariño. —Plantó un beso suave en mi mejilla —. Bien, entonces abrocharé estos tacones y luego te levantaras de esa silla e iremos a la casa de tus padres, ¿de acuerdo?

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now