CAPÍTULO 38: El universo alineándose con las estrellas

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"¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo de nuevo?—Vincent Van Gogh.

Céline

Mediados de junio

Dos semanas después.

El suave murmullo de la ciudad flotaba en el aire mientras me sumergía en el océano de papeles en mi despacho. La luz tenue de la lámpara iluminaba la habitación, resaltando los estantes llenos de expedientes y libros jurídicos. El sonido constante de la pluma deslizándose sobre el papel creaba una sinfonía monótona que acompañaba mi revisión minuciosa. ¿Acaso estaba perdiendo la cabeza al romantizar todo en mi vida para así sentirla menos soporífera?

El timbre de mi teléfono interrumpió momentáneamente mi concentración, pero pronto volví a sumergirme en el caso que tenía entre manos. Las horas parecían evaporarse en el ambiente tranquilo de mi oficina, donde las leyes y los reglamentos se convertían en las herramientas con las que forjaba mi carrera.

Fue entonces cuando, de repente, unos golpecitos suaves resonaron en la puerta de cristal de mi despacho. Al levantar la vista, vi la figura de mi hermano menor del otro lado. Su rostro, iluminado por una sonrisa, contrastaba con la formalidad de mi entorno laboral. Abrió la puerta y entró, con la energía característica de la juventud. Su presencia inyectó vida a la habitación que estaba sumida en la seriedad legal y mi propio aburrimiento.

—¿Cómo va la vida en el mundo legal? —preguntó con una chispa de curiosidad en los ojos.

Le expliqué brevemente el caso que ocupaba mi atención y las complejidades que enfrentaba. Alessandro asintió con una expresión interesada, aunque era evidente que la jerga legal no le resultaba tan fascinante como a mí.

—¿Y tiene tiempo para su hermano, abogada? He escuchado que has tenido muchos casos estos meses, ¿cómo estás?

—Estoy bien ¿cómo has estado tú?

—No, en serio, Céline, ¿cómo estás?

Entendía a la perfección a lo que se refería.

—Estoy bien, no lo estaba hace unas semanas, pero ahora lo estoy, lo prometo.

—¿Has hablado con alguna psicóloga sobre lo que sucedió? —inquirió con la preocupación plasmándose tanto en su rostro como en su voz. Después de todo, él conocía la situación que atravesé al derecho y al revés, la manera en la que lloré aferrándome a sus brazos y la respiración me faltaba. Sobre todo cuando la pequeña ropa de bebé que ordené estando en Viena llegó a casa, recordándome una vez más lo que nunca tendría y el calvario por el que pasé.

—Alessandro...

—Por favor, responde la pregunta.

—Si, he visitado a mi psicóloga, ¿feliz?

—No me hagas parecer una mala persona por preocuparme por ti —me regañó, señalándome con el índice—. Perdiste a tu bebé y terminaste la relación con Marco Vanderbilt, tienes todo el derecho de que eso te afecte.

—Lo hizo, ¿de acuerdo? La madrugada que lo perdí, no podía respirar, tampoco moverme o simplemente lavarme las manos, como lo habría hecho cualquier otra persona. Marco estuvo conmigo en esos momentos, él fue mi roca, pero han pasado varios meses desde entonces. Te digo todo esto porque mi psicóloga dijo que era bueno no reservarse todo esto y contárselo a alguien, y yo decidí contártelo a ti.

—¿Te enamoraste de él?

Humedecí mi labio inferior, intentando no demostrar cuanto me afectaba que me preguntara eso de manera tan directa, sobre todo tomando en cuenta que era un tema que yo había estado evitando pensar.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now