Capítulo 76: El dolor de las pérdidas

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Marco


23 de diciembre.


Cada segundo que pasaba sin ella se sentía como una eternidad. Mi mente estaba en constante tormento, llenándose de imágenes de lo que podría estar sucediendo, de lo que le podrían estar haciendo. El dolor de su ausencia era como un peso en mi pecho, amenazando con aplastarme.

Estaba desesperado por encontrarla, por rescatarla de las garras de Kennedy antes de que fuera demasiado tarde, pero cada intento parecía llevarme más lejos de ella, cada pista parecía conducirme a un callejón sin salida.

No podía permitirme perderla, no podía permitirme fallar. Cada noche, mientras el mundo dormía, me sumergía en la oscuridad, en la búsqueda frenética de respuestas que pudieran llevarme hasta ella.

Cada plan que tracé estaba marcado por el miedo, el miedo de que cualquier paso en falso pudiera sellar su destino, pero también estaba impulsado por una determinación feroz, por la devoción inquebrantable que sentía por ella.

Era extraño cómo la mente podía traicionarte en los momentos más inesperados. Solía pensar que era inmune a las emociones, que podía mantenerme frío y distante en cualquier situación, pero desde que ella desapareció, mi mundo se volvió del revés, y todas esas barreras que construí cuidadosamente se desmoronaron.

Las noches eran las peores. Cuando me acostaba en la cama, rodeado por el silencio, mi mente empezaba a divagar hacia ella. Podía sentir su presencia fantasmal a mi lado, su calor irradiando incluso en la oscuridad. Cerraba los ojos y casi podía verla, casi podía sentir sus piernas entrelazadas con las mías después de hacer el amor, su voz suave y calmante susurrando palabras de consuelo mientras me desahogaba de las preocupaciones del día.

Quizá era absurdo, lo sabía. ¿Cómo podía extrañarla tanto en el pasado me esforcé por mantenerla a distancia? Pero ahora que estaba ausente, me di cuenta de cuánto dependía de ella, de cuánto necesitaba su presencia en mi vida.

Me encontraba despierto durante horas, revolviéndome en la cama mientras su recuerdo me perseguía Me preguntaba qué estaría pasando en ese momento, si estaría a salvo, si estaría pensando en mí como yo pensaba en ella.

Era irónico, ¿verdad? El hombre que siempre se jactó de su indiferencia se encontraba incapaz de conciliar el sueño sin ella a su lado, pero en ese momento de vulnerabilidad, me di cuenta de lo mucho que la necesitaba, de lo mucho que la amaba.

Siempre lo supe, siempre se lo hice saber, pero no dejaba de ser irónico.

El sol brillaba con una crueldad irónica en el día que debería ser de celebración. Era su cumpleaños, un día que solíamos pasar juntos, riendo y festejando, pero en lugar de alegría, solo sentía un vacío abrumador.

Cada momento del día estaba impregnado con su ausencia. Veía su sonrisa en cada rincón de la casa, escucho su risa en el eco de los recuerdos, pero esos pensamientos se veían empañados por la realidad de su secuestro, una sombra oscura que se cernía sobre nosotros.

Intenté mantener la compostura durante el día, fingir que todo estaba bien, pero en lo más profundo de mi ser, estaba destrozado. Me preguntaba qué estaría pasando en ese momento, qué horrores podría estar enfrentando mientras yo seguía allí, impotente para hacer algo al respecto.

Por la noche, las pesadillas me acosaban sin piedad. Soñaba con sus gritos desgarradores, con la sensación de impotencia al no poder hacer nada para salvarla. Me despertaba sudando y temblando, con su nombre en los labios y el corazón destrozado en el pecho.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now