Capítulo 78: Una leona protegiendo a sus cachorros

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Celine


Tommy, Madeleine, Candace, Maximiliam; los nombres de las personas que perdí, a dos de ellos los vi morir en frente mío. Leonardo, Alessandro; mis dos únicos hermanos, ambos se mantenían conectados a maquinas que controlaba los latidos de su corazón, en el caso del segundo parte de que no hubiera muerto ya se debía a que dependía de un respirador artificial.

Me encontré allí, en ese hospital, rodeada de los sonidos y las luces parpadeantes de las máquinas que mantenían a mis hermanos con vida. Era un lugar extraño, lleno de susurros de enfermeras y el constante murmullo de pacientes que luchaban por recuperarse, pero allí estaba, firme junto a ellos, porque sabía que era donde debía estar.

Desde que ingresaron, había estado allí cada día, cada hora, cada minuto. No podía dejar de mirar el monitor que mostraba sus signos vitales, buscando cualquier pequeña señal de mejora. Mis padres lucían agotados, pero yo me mantuve fuerte, porque sabía que ellos arriesgaron su vida por mí, estaban en ese infierno por mí, y era lo que menos podía hacer.

Cada mañana, esperaba ansiosamente la visita del médico, aferrándome a la esperanza de que fuera el día en que las cosas mejorarían. Cada pequeña mejoría era como un rayo de sol en medio de la oscuridad, y me aferré a ellas con todas mis fuerzas.

Pero entonces, llegó esa llamada. La voz de Luisa al otro lado del teléfono me informó que al día siguiente sería el sepulcro de mi tío. Y de repente, el mundo se detuvo. Tommy, quien siempre fue un pilar de fuerza y sabiduría para mí, se había ido.

Me sentía abrumada por la tristeza, pero también por la curiosidad sobre la carta que dejó en su herencia para mí. Luisa sería quien se encargaría del anuncio a la prensa del deceso tanto de Tommy como el de Madeleine, manteniéndonos al tanto sobre el sepulcro.

Sentí el suave roce de mi mano sobre mi vientre, acariciando con ternura la vida que crecía dentro de mí. Estaba sentada en el sofá de la esquina de la habitación del hospital de Alessandro, tratando de encontrar un poco de calma en medio de la incertidumbre y la preocupación.

Marco estaba a mi lado, aunque no físicamente. Estamos conectados a través de mensajes de texto, hablando acerca de cuáles fueron los últimos deseos de su madre y quién sería su albacea.

De repente, mi atención se desvió cuando veo a Alessandro moverse inquieto en la cama. Mis ojos se abrieron con sorpresa y esperanza mientras lo veía intentar quitarse la gasa médica que le obstruía la vista. Mi corazón se aceleró con emoción y me levanté rápidamente del sofá, sintiendo un cosquilleo de alegría y alivio recorriendo mi cuerpo.

Corrí hacia su lado, dejando el teléfono en el sofá mientras me acercaba a su cama. Sus ojos, borrosos al principio, luchaban por enfocarse mientras intenta deshacerse de la gasa. Con manos temblorosas, lo ayudé a ajustarla, sintiendo un nudo en la garganta mientras sus ojos me buscaban.

Sin decir una palabra, nuestros ojos se encontraron, y pude ver el reconocimiento en su mirada. Un destello de alegría cruzó su rostro mientras su mano débilmente se levantaba en dirección a la mía.

Con cuidado, tomé su mano entre las mías, sintiendo el calor de su piel bajo mis dedos.

—Hola, cariño —susurré con voz temblorosa, llena de emoción y gratitud.

Entonces, sin poder contenerme más, me incliné hacia adelante y lo abracé con fuerza. Era un abrazo lleno de gratitud, de amor, de la profunda conexión que solo los lazos familiares podían proporcionar.

Podía sentir su cuerpo temblar ligeramente bajaba mi abrazo, pero sabía que era por la emoción de estar de nuevo entre nosotros. Podía sentir las lágrimas brotando en mis ojos mientras lo abrazaba con cuidado, sintiendo la cálida conexión entre nosotros.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora