Capítulo 73: El más Grande y Viejo León Dorado

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Marco


Lo supe ni bien vi la silueta alzarse en medio de las tinieblas en plena oscura carretera, pero no bajar del carro y escapar de allí, jamás fue una opción. Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me detuve a mitad de la carretera, con el arma en mano, listo para averiguar lo que se interponía en nuestro camino. Cada paso que daba hacia adelante estaba cargado de determinación y una mezcla de temor y furia.

La figura desconocida permanecía inmóvil, de espaldas a mí, como una sombra amenazante en medio de la oscuridad. Con cada paso que me acercaba, podía sentir la tensión en el aire, como una tormenta a punto de desatarse.

Finalmente, llegué lo suficientemente cerca como para ver su rostro al girarse. Y en ese momento, el reconocimiento tocó como un puñetazo en el estómago. Era él, era Kennedy, con esa enorme cicatriz marcada en su mejilla como un recordatorio de enfrentamientos pasados con mi padre y el de Celine.

Sin vacilar, le ordené a la italiana salir de allí, protegerla era mi prioridad absoluta en ese momento. Mientras ella obedecía mis órdenes, mantuve mi arma apuntada al hombre frente a mí, con los ojos fijos en los suyos, listo para actuar si intentaba algo.

El silencio se hizo eco en la carretera, roto solo por el sonido del viento que soplaba entre nosotros. Podía sentir la intensidad del momento, la electricidad en el aire cargada con años de resentimiento y rivalidad.

Pero antes de que pudiera decir o hacer algo más, su mirada se encontró con la mía, y supe que estábamos atrapados en un juego peligroso de vida o muerte. Con el corazón en la garganta, me preparé para lo que viniera a continuación, consciente de que esa confrontación podría cambiarlo todo.

Celine encendió el auto desde el asiento de copiloto e intentó pisar el acelerador, pasando por al lado mío para adentrarme con la puerta abierta, pero el disparo perpetrado por uno de los hombres que acababa a asesinar a los cuatros hombres de mi equipo de seguridad la obligó a girar el volante, intentando tomar el control.

Lo logró por algunos segundos, manteniéndose en la carretera, pero el tercer disparo contra el otro neumático trasero fue liberado, provocando que se estrellara contra uno de los árboles, mientras yo me apresuré a rodear el cuello de Kennedy con uno de mis brazos, manteniendo el cañón de la pistola contra su cien.

—Diles que se detengan, —ordené, sintiendo un nudo instalarse en mi garganta mientras veía a la italiana bajar en medio de bruces del auto, con algo de sangre en su frente y la pistola en su mano—. ¡Diles que se detengan!

—¿Por qué lo haría? Te tengo justo en dónde quería...

—Tomate a mí, haz lo que quieras conmigo, pero déjala ir...

—Ella es exactamente lo que necesito, no la dejaría ir ni siquiera por el Joven Lobo de los Vanderbilt, no cuando tendré a una leona y dos ¿qué, leoncillos o pequeños lobos?

Vi la forma en la que Celine elevó el arma cuando uno de los hombres se aproximó a ella, pero el intento por resistir se fue al carajo cuando desde atrás le doblaron las rodillas, quitándole la pistola en cuestión de segundos.

La desesperación me invadió cuando el cañón de uno de los hombres se hundió en su cien, y ella instintivamente se llevó la mano al vientre, consciente de que nada de lo que vendría sería lo mejor para nuestros hijos.

—Déjala ir o juro que te volaré los sesos en este preciso momento—amenacé, teniendo sus ojos celestes sobre mí.

—Sabes que no lo harás, puedes matarme, pero eso no significa que ella quedará libre. Solo baja el arma, arrodíllate y déjanos marchar, prometo que no te mataré si lo haces...

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now