CAPÍTULO 34: Dolor en su plenitud

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"Hice tantas cosas por amor que olvidé que yo también lo merecía." — Perdido 072.

Marco

Cuando enrollé una toalla en mis caderas, salí de regreso a la habitación y no la encontré por ningún lado, supe que nada bueno sucedía. Sus tacones no continuaban regados por el suelo, su videocámara no habitaba sobre la mesita de noche, ni sus joyas sobre el lavamanos. La llamé, aclamé su nombre de tal manera en la que mi voz se escuchara incluso en el lugar más recóndito de la casa, pero aun así, ella no contestó ninguna de ellas.

Fue entonces que, con el corazón en la boca, regresé a habitación y me llevé las manos a la cabeza, angustiado, hasta que mi mirada se estancó en la carta blanca que reposaba sobre la mesita de noche. Cuando la tomé entre mis manos y estiré el papel, maldije porque esa era definitivamente una despedida, era una maldita carta de despedida, lo sabía por la manera en la que inició:

"Sé que debes estar odiándome y lo entiendo completamente. Cuando leas esta carta, estaré muy lejos. Toda mi vida he creído que el amor era lo que existía entre Nathaniel y yo, pero llegas tú a mi vida y me demostraste que no era así. Vivía en un mundo utópico e ilírico, y tú me abriste los ojos. Sé que solo fueron cuatro días, pero fueron los mejores cuatro días de toda mi vida. Entiendo completamente que luego de esto, no quieras volver a verme, entiendo que creas que soy una cobarde por hacerlo o simplemente continúes con tu vida porque, como te dije, eres el aclamado y próximamente titulado Sir Vanderbilt.

No pude evitar sonreír cuando leí eso, aunque estuviera sintiendo que un pedazo de mí se iba con ella, conseguía arrancarme una sonrisa.

"Comprendí que ninguno de los dos merece pasar por el infierno por el que pasará si el mundo conoce que lo nuestro traspasó cualquier vínculo laboral. Me demostraste que no importa los grandes discursos románticos cuando los gestos no lo respaldan, me enseñaste como no quería ser amada y como merecía serlo, me enseñaste tantas cosas, entre esas que no importa el lugar, así sea la mesa del comedor, la isla de la cocina, la bañera, al pie de la escalera o la regadera, el sexo siempre es bienvenido e importante."

Tomé asiento en el sillón de la esquina de la habitación y cubrí mi boca, mientras continuaba leyendo la carta.

"Gracias por todo, Marco, a eso me refería cuando te lo dije esta mañana. Eres un gran hombre, un buen hombre y habrías sido un padre grandioso. Los recuerdos de lo que pudo ser y no será me invaden cuando te tengo enfrente e intentan volverme a quebrarme. Mereces a una mujer que no cargue con tantos con lo que yo cargo. Espero volverte a ver dentro de un tiempo y saber que fue la decisión correcta para ambos, incluso sí eso ahora nos lastima. Gracias."

Atentamente, Céline Crawford.

Arrugué el papel entre mis manos y lo arrojé a algún lugar de la habitación. Por supuesto que estaba dolido o, mejor dicho, traicionado, así era como me sentía. Entendía que el aborto espontaneo que sufrió la afectara, realmente lo entendía, yo también me imaginé siendo padre junto a ella.

No sabía sí tendríamos una relación formal, después de todo, pero podía imaginarme recogiendo a nuestro hijo o hija de su casa para llevarla a pasar el fin de semana conmigo a un parque de diversiones o un parque exclusivo, lo cerraría solo para nosotros por el día entero. O simplemente, le compraría el parque de diversiones entero sí la gente le molestaba, como a su padre.

Habían sido horas bastantes tensas, estuvimos en la clínica por horas y luego regresamos a casa. Creí que hablaríamos, que dialogaríamos sobre cómo manejaríamos las cosas luego de la pérdida, pero ella no me dio la oportunidad. Fue entonces que todos los miedos que se generaron en aquella habitación blanca se convirtieron en realidad.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now