Capítulo 64: El infierno contra el paraíso italiano

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Marco


Las cabelleras oscuras de Maverick y Bradford brillaban frente a mis ojos cuando tomaron asiento del otro extremo de la mesa. Lucius, quien celebraría su cumpleaños dentro de una semana, agendó una cena para calmar las aguas entre el imbécil que intentó violar a mi esposa y yo. En un inicio, le ordené a Luisa que lo enviara al carajo, pero luego de pensarlo mejor, decidí bendecirlos con mi presencia.

—Me alegra que todos estén aquí —dijo él, haciendo referencia a Antoine, Logan, los gemelos, y yo.

—No es que considere que esta citación es innecesaria, pero ¿para qué carajos me llamaste?

—Han sido semanas complicadas, con todo el tema de la prensa y con la investigación aún en marcha, creí conveniente reunirnos a esclarecer lo importante que es mostrar una imagen unida el día de mi celebración.

—No me apetece asistir a un evento, fingir una sonrisa y que no quiero matar a este imbécil con mis propias manos —espeté, observando por el rabillo del ojo a Bradford.

Cada vez que mis ojos se encontraban con su figura, sentía un torrente de furia arrasando todo en mi ser. Era como si un fuego ardiera dentro de mí, consumiendo cualquier rastro de racionalidad o calma que pudiera haber quedado. Era él, el hombre que se atrevió a lastimar a mi esposa, mi reina.

Cada vez que lo veía, reviví aquellos momentos de terror y desesperación. El recuerdo de su intento de hacerle daño a ella, a la mujer que amaba con todo mi ser, era como un puñal que se clavaba una y otra vez en mi corazón. ¿Cómo se pudo siquiera atrever a amenazar su seguridad, su tranquilidad, su felicidad?

Mi cuerpo se tensaba, mis manos se convertían en puños apretados y mi mandíbula se contraía con fuerza, conteniendo el grito de rabia que amenazaba con escapar de mi garganta. Quería destrozarlo, hacerle pagar por el miedo que sembró en mi hogar, por el dolor que causó en Celine.

Pero me contenía. Respiré profundo, intentando encontrar la serenidad en medio de la tormenta de emociones que me consumía. Sabía que ceder a la furia solo empeoraría las cosas, que debía mantener la compuesta como siempre solía hacerlo cuando se esperaba lo contrario.

—Pues debes hacerlo, —impuso Lucius, llamando mi atención— estamos en peligro de perder la compañía. Lo que menos debes hacer ahora es hacer una rabieta como niño pequeño...

Rápidamente me puse de pie, tomando las tenazas de la mesa de cristal, y furioso ante su manera por maquillar los hechos o simplemente reducirlos a nada.

—¿No te quedaron claro los sucesos? Tu nieto intentó abusar de mi esposa, vi el jodido video de seguridad del auto. Lo que menos podría hacer es una rabieta, debí haber permitido que mi dóberman lo hiciera pedazos, hervirlo vivo...Intento ser racional al no hacer ninguna de esas cosas, pero no me pidas que le dé un apretón de manos y finja una sonrisa para la cámara, ¿me entendiste?

—Han pasado casi dos meses desde eso, si no lo ha olvidado deber ser porque le... —hablaba con total libertinaje Bradford, haciendo insinuaciones que no permitiría, cuando apoyé mi mano en la parte trasera de su cabeza, empujándola con tanta fuerza hacia el cristal de la mesa que no tardó en romperse por completo, manchando los trozos de la endeble plataforma con su sangre.

—¡Marco! —escuché el grito de Logan, su padre y mi tío, pero que fue frenado por Antoine cuando empuñé el cabello de Bradford, elevando su rostro hacia el mío.

Escuché el grito de los comensales a nuestro alrededor, pero me importó un absoluto carajo cuando terminé de hundir uno de los pequeños cristales en su mejilla al hacer presión con mi pulgar, escuchándolo gritar del dolor.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now