Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]

Capítulo 52: Todo lo que quiero para navidad eres tú

Céline

Nuestro matrimonio había afrontado un momento tan difícil y a la vez natural al que muchas parejas, especialmente quienes trabajaban simultáneamente, estaban acostumbradas. Marco era un tipo ambicioso, tal y como lo dijo mi padre, siempre buscaba más, no se conformaba con lo que ya tenía, por ello aunque tuviera en su bolsillo a gran parte de Wall Street, buscó incesablemente la grandeza en todo el sentido de la palabra, como si tuviera algo que demostrar; que era mucho más que el joven que intentaron hundir bajo la sombra de la leyenda viviente que era su padre o su abuelo.

Yo sabía lo qué estaba sucediendo, entendía que realmente le apasionaba la arquitectura, solía ser bastante quisquilloso con las proporciones de demasiadas cosas en nuestro penthouse, pero ¿hasta qué punto era normal y, sobre todo, sano el buscar aquello tan vehemente que en el camino ibas perdiéndote a ti mismo sin notarlo?

Entendía que mi corazón no había decidido amar al hombre más obediente, transparente, ni manipulable del planeta, no, todo me jugó en contra cuando, sin consultármelo, decidieron brindarle devoción al hombre que alguna vez llamé narcisista, egoísta y frívolo, así que debía darle su espacio, no arrebatarle la oportunidad de lograr sus sueños y anhelos, pero ¿no debía hacerlo incluso cuando aquello empezaba a afectar nuestro matrimonio y, por ende, a mí?

Siempre me consideré una gran fanática del trabajo, con mi primer gran sueldo ayudé a muchas mujeres a conseguir a algún buen abogado que lograra llevar su caso cuando Ralph me prohibió que lo hiciera yo misma. A lo que quería llegar era a que jamás me imaginé lejos del trabajo, jamás me imaginé siendo mantenida por la fortuna de mis padres y mucho menos siendo la esposa trofeo de un hombre cuando yo podía lograr exactamente el mismo resultado.

Unas semanas previas a las fechas de sembrina, me reuní con papá en su oficina, buscando dar por finalmente cerrada la disputa entre Leonardo y yo, por el mandato del conglomerado Crawford. Comprendí que tenía un paso por delante al haber llegado a un acuerdo con la familia a cargo del conglomerado de medios que papá tanto deseaba, pero conociendo a mi hermano, sabía que no podía confiarme.

Luego de que, en el campo de batalla de los negocios, luché con cada fibra de mi ser, dispuesta a demostrar que la experiencia no era un requisito imprescindible para la victoria. Mi hermano mayor y mi esposo, ambos con años de experiencia en el mundo empresarial, me subestimaron desde el principio, convencidos de que mi inexperiencia sería mi perdición, pero yo estaba decidida a demostrarles que estaban equivocados.

Durante meses, me sumergí en el torbellino de la competencia, enfrentando desafíos y obstáculos con valentía y determinación. Cada día era una nueva batalla, cada negociación una prueba de mi habilidad para navegar por las aguas turbulentas del mundo de los negocios.

Mis estrategias eran audaces y arriesgadas, pero respaldadas por una meticulosa planificación y un profundo conocimiento del mercado. Me rodeé de un equipo de expertos en los que confiaba plenamente, cada uno aportando su experiencia y habilidades únicas a nuestra causa.

En cada encuentro anónimo con mi hermano y mi esposo, me enfrenté a su escepticismo con determinación y confianza en mí misma. No permití que sus dudas minaran mi determinación; en cambio, las usé como combustible para alimentar mi fuego interior.

A medida que la batalla se intensificaba, mis esfuerzos comenzaron a dar frutos. Una a una, fui superando las barreras que se interponían en mi camino, ganando terreno en el campo de juego y acercándome cada vez más a la victoria.

Opter un conglomerado de medios tan importante como ese y ganarle al titán que se había convertido Marco y el poderoso empresario que era Leonardo, era sin duda todo un desafío, porque mientras yo podía dar una cosa por sentado, ellos llevaban años en busca del mismo resultado, sin mencionar sus experiencias.