CAPÍTULO 37: Te dejé de hablar, no de querer

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"Con el tiempo todo pasa. He visto, con algo de paciencia, a lo inolvidable volverse olvido, y a lo imprescindible sobrar". —Gabriel García Márquez..

Céline

Inicios de enero.

El Cairo, África.

Desperté con el canto de los pájaros en una pequeña aldea en África, donde como voluntaria de la ONU, mi día estaba destinado a ser un caleidoscopio de experiencias diversas y significativas. Tras desayunar con los lugareños, comencé mi jornada con una reunión en la sede local de la ONU.

Mi trabajo se centraba en programas de desarrollo comunitario, y mi primera tarea del día era colaborar con un equipo para evaluar las necesidades de la comunidad en cuanto a agua potable y saneamiento. Junto con expertos locales, visitamos pozos y fuentes de agua, hablando con residentes para entender sus desafíos diarios y cómo podríamos mejorar su acceso a agua limpia.

Después de esa evaluación, me dirigí a una escuela local donde participé en un programa educativo que promovía la salud e higiene entre los niños. Trabajamos en talleres prácticos, enseñando a los estudiantes sobre la importancia del lavado de manos y la prevención de enfermedades. La risa y la curiosidad de los niños llenaron el aula, y su entusiasmo por aprender era contagioso.

En la tarde, me uní a un equipo médico móvil que proporcionaba servicios de atención básica en aldeas remotas. La unidad móvil estaba equipada con profesionales médicos y suministros esenciales. Nos encontramos con comunidades que no tenían acceso regular a la atención médica, y nuestro equipo se esforzó por brindar asistencia médica y educación sobre salud preventiva.

Después de un día lleno de actividades, regresé a la aldea donde me hospedaba. La gente local me recibió con sonrisas y agradecimientos, compartiendo historias de sus vidas y tradiciones. La conexión con la comunidad era fundamental para mi trabajo, ya que buscábamos implementar soluciones que fueran cultural y socialmente sensibles.

Al caer la noche, mientras miraba el cielo estrellado de África, reflexioné sobre la gratificación que encontré en mi labor como voluntaria de la ONU. Aunque los desafíos eran muchos, el impacto positivo que podíamos generar en la vida de las personas hacía que cada día valiera la pena. Mi experiencia como voluntaria en África no solo enriquecía mi vida, sino que también contribuía a construir un puente de solidaridad y esperanza en este rincón del mundo.

Supe desde niña que uno de mis propósitos de vida era contribuir en todo lo que pudiera, así fuera con dinero, apoyo o conexiones, pero era en ese momento en específico en donde mi vida personal, sobre todo amorosa, estaba siendo la espina en mi costado y necesitaba de esa muestra de realidad y humanidad.

Los últimos síntomas relacionados al aborto espontaneo y el tratamiento a través del medicamento, habían culminado por completo. Al mirar al espejo, era como si nada jamás hubiera sucedido, no había ese relieve en mi abdomen que llenó mi vida de una alegría nunca imaginada.

Asistí a mi psicóloga de confianza, me deshogué en los brazos de Stefano en un inicio, pero terminé haciéndolo en los brazos de Alessandro, quien permaneció a mi lado incapaz de soltarme. Me abrazó, me susurró miles de cosas reconfortantes y se quedó a dormir en la casa para prepararme el desayuno aunque yo insistiera con que no era necesario.

A la semana y con ayuda de mi psicóloga, volví al trabajo con el alta médica, por lo que los siguientes días transcurrieron con "normalidad", con reunimos entre amigos, de trabajo y familiares, pero lo que sin duda alguna fue mi salvación fue el viaje por el voluntariado ya que cada historia y relato de mujer que pasaron por lo mismo que yo, que perdieron a su bebé, fue como un bálsamo a mi alma rota.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora