CAPÍTULO 26: Acopio a la sensatez

3.3K 190 41
                                    

Céline

Aterrizamos de regreso en París durante la madrugada de la misma noche. No había tiempo que perder, no tuvimos que pasar la noche en el hotel después del evento, simplemente tomamos el jet y regresamos a casa.

Apenas era miércoles, tenía que presentarme en la firma y cumplir con mi día laboral, como estaba acostumbrada, pero no tenía tiempo que perder nuevamente. Debía terminar de pensar en el "plan maestro" con el que lograría huir a Londres sin levantar sospechas de que mantenía una aventura con Marco Vanderbilt.

El frío invierno envolvía cada rincón mientras no podía evitar sentirme emocionada por la perspectiva de explorar una Viena cubierta de nieve, con sus callejones adoquinados y sus majestuosos edificios históricos adornados por el manto blanco. La nevada de la mañana había pintado el exterior con un manto blanco, convirtiendo la ciudad en un paraíso invernal.

Por lo que, en medio de un revoltijo de maletas sin desempacar y cajas de mudanza sin abrir, preparé una maleta con todas las cosas que creía necesarias para aquellos días que pasaríamos en High Garden. No sabía cuántos días serían en total, pero llevar ropa de más siempre había sido uno de mis malos hábitos. Empaqué bragas, ese tipo de ropa interior que me obsequiaban mis amigas y nunca las usaba, porque a mi ex prometido no le gustaban, pero había notado que a Marco sí, de hecho, podía asegurar que lo volvían loco.

Lencería, pantalones, camisetas pequeñas, abrigos gruesos, anticipando las gélidas temperaturas de la ciudad austriaca. Pijamas de seda, vestidos, tacones, botas, guantes, bufandas, todo lo que me viniera a la cabeza en medio de una época invernal tan fría como esta. No podía llamar a alguien más para que lo hiciera por mí, como estaba acostumbrada y lo había dicho Leonardo, porque sabrían que preparaba un viaje más largo de lo esperado y que llevaba la ropa menos "adecuada" para atender asuntos meramente de trabajo.

A medida que intentaba doblar cuidadosamente la ropa y empacaba los elementos esenciales, mi mente se llenaba de expectativas de paseos por palacios, el aroma tentador de los chocolates vieneses y la melodía de la música clásica que resonaría en las calles.

Corría de un lado a otro, en busca de las cosas que me hacían falta, cuando mi teléfono empezó a sonar desde la habitación. No esperaba ninguna llamada, no a esa hora. Debía presentarme al trabajo aún dentro de una hora, así que caminé lentamente desde el clóset hasta la habitación, tomando el aparato que reposaba sobre la enorme cama.

—Cuando me enteré de que sería padre, me prometí que sería absolutamente todo lo contrario a lo que fue mi padre con Thomas y conmigo, —reconocí la voz de papá hablándome en italiano— pero esa promesa tambalea cada minuto más desde que me enteré de lo que enteré. Te he amado, cuidado y respetado durante tus casi veintitrés años de vida, quiero creer que fui un buen padre, así que merezco saber la verdad, saberla viniendo de ti misma. Te lo pregunté hace unos días y dijiste que estabas bien, que nada sucedía, entonces, ¿puedes explicarme por qué todo el maldito mundo dice que mi hija trabaja para el hijo de Antoine Vanderbilt, cuando recuerdo muy bien haberte dicho que ese no era un trabajo digno para ti?

—Papá...

—Dios...Céline, entonces, es verdad —sentenció, herido—. Estoy intentando afrontar esta situación que no prevenía y mucho menos viniendo de ti.

—Por favor, papá, déjame explicarlo.

La súplica era completamente innegable en mi voz, pero lo estaba. Necesitaba explicárselo.

—No debería, nunca te restringí nada, hacías todo lo que querías y yo lo aceptaba mientras tanto eso te hiciera feliz. Sé que esto no tiene justificación válida, pero quiero escucharte decirme que no he cometido un grave error al confiar en ti con los ojos cerrados...así que abre la puerta.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Onde histórias criam vida. Descubra agora