Extra: Día de las madres

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Marco


El ruido amortiguado de la oficina se desvaneció cuando me sumergí en la tarea frente a mí. Estaba concentrado, absorto en el mundo de números y gráficos que se desplegaban en mi monitor. La llamada que esperaba era crucial, y mi mente estaba enfocada en encontrar la solución adecuada.

Justo en ese momento, cuando mis dedos se movían con rapidez sobre el teclado, la puerta de mi oficina se abrió. Alcé la vista, y el caos de mi mente se detuvo instantáneamente al ver a mi esposa, acompañada de nuestros dos hijos mellizos de seis años y nuestra hija de cuatro.

Mis hijos, similares en apariencia, pero tan diferentes en personalidad. Hayden, siempre con una expresión seria en su rostro, parecía llevar el peso del mundo sobre sus hombros incluso a sus cortos seis años. Era gruñón la mayor parte del tiempo, aunque su rostro se iluminaba con una sonrisa radiante cada vez que estaba con su madre. Curiosamente, detestaba la fantasía, prefería los hechos y la realidad a cualquier historia inventada.

Por otro lado, estaba Callaghan, un torbellino de energía y entusiasmo. Con su cabello rubio oscuro y ojos azules brillantes, era el epítome de la amabilidad y la caballerosidad. Adoraba a su madre con devoción, al igual que a los superhéroes que llenaban sus historias y sus sueños. Siempre estaba dispuesto a halagar a cualquiera que se cruzara en su camino, con una sonrisa juguetona en los labios.

A pesar de que ambos habían sido criados de la misma manera, con amor y cuidado, sus personalidades eran como el día y la noche, pero aun así, tenían algo en común además de la sangre que corría por sus venas: su altura notable para su corta edad.

Eran dos pequeños gigantes que, a pesar de sus diferencias, compartían un vínculo especial que solo los hermanos podían entender.

—¿Todo bien en clases? —le pregunté al castaño, revolviendo ligeramente su cabellera y escuchándolo quejarse de inmediato.

—Todo bien, pero Callaghan tiene novia.

—¡No es cierto, mamá dile que no es cierto! —difirió de inmediato el menor, notando rápidamente como Hayden reía por lo bajo, reconociendo que había logrado lo que buscaba: hacerlo perder la paciencia.

—Niños, tranquilos. Hayden, no molestes a tu hermano. Cariño, sabes que mentir no es bueno... —le aclaró Celine, soltando la mano a Maddie, quien corrió a mis brazos ni bien los dos saltamontes se alejaron.

—¡Papi!

—Pero yo no estoy mintiendo, yo vi como Callaghan le obsequiaba una rosa a la maestra.

—¡Lo hice porque era su cumpleaños!

—Si cuando es menor, se dice asaltacunas, cuando es mayor... ¿será a saltatumbas?

—¡Hayden! —lo regañó la italiana, sin poder evitar reír por lo bajo al notar que nuestro parecía haber heredado mi humor negro.

Mis brazos rodearon con suavidad el cuerpo menudo de mi pequeña princesa. Con sus ojos verdes, tan parecidos a los míos, y su cabello azabache que caía en cascada sobre sus hombros, era la viva imagen de mí mismo en versión femenina.

A pesar de su corta edad de cuatro años, irradiaba una calma serena que contrastaba con el caos y la frivolidad que a menudo me rodeaban.

Era como si hubiera heredado la fortaleza de los lobos británicos que corría por nuestras venas. Aunque mi familia solía ser conocida por su refinamiento y elegancia en la alta sociedad, también éramos fieros y valientes cuando era necesario. Y mi pequeña princesa llevaba ese legado con gracia, mostrando una determinación tranquila incluso en medio de la tormenta.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now