CAPÍTULO 31: Una gran historia por contar

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Céline 

"Lo que tiene que ocurrir, ocurrirá. A su debido tiempo. Si tratamos de forzarlo, lo empeoraríamos todo." —Mario Vargas Llosa.

Lo sientes justo en el pecho, un nudo que aprieta y amenaza con estallar. Tu visión se nubla un poco, las lágrimas comienzan a acumularse en el rincón de tus ojos, pero luchas por mantenerlas a raya. Tus pestañas parecen un poco más pesadas de lo normal, cada parpadeo es como si empujaras la presión acumulada hacia afuera, pero es inútil.

Tus ojos comienzan a brillar con un brillo húmedo y ligeramente vidrioso, las lágrimas a punto de escapar se reflejan en la luz. La emoción que sientes, ya sea tristeza, alegría o algo intermedio, se filtra a través de tu mirada. Tu ceño está ligeramente fruncido, y los párpados parecen pesados, como si soportaran un peso invisible.

La lucha por contener las lágrimas es evidente, pero aún así, la sensación de humedad persiste. Tus ojos llorosos reflejan una tormenta emocional interna, revelando una vulnerabilidad que normalmente mantienes oculta.

Mantener en secreto que esperaba un hijo suyo había sido uno de los desafíos más grandes de mis casi veintitrés años, el oír su agradecimiento al cielo por no haberme embarazado y percatarme de que la percepción que mantenía sobre él era muy diferencia a la realidad.

Fue entonces, cuando lo dije, cuando finalmente lo dije en medio de esa discusión, que recibí su extraordinaria reacción, en la que no se necesitaba de palabras para darme cuenta de que no se le pasaba siquiera por la cabeza la posibilidad de ser padre.

Su reacción casi molesta aunque no dijera una sola palabra, me dio la respuesta que no deseaba, pero que de cierta forma, esperaba. Lo sentí como una marea oscura, un peso en mi pecho que parecía arrastrar todo consigo. Cada latido de mi corazón resonaba con un eco de dolor que se expandía por todo mi ser.

Mis ojos vidriosos intentaban ocultar el desgarrador dolor que sentía en mi interior. Luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con escaparse y empañar mi visión del mundo. Era como si cada célula de mi cuerpo estuviera impregnada de esa tristeza, como si todo lo que sintiera se volviera más pesado, más sombrío.

Mis pensamientos se entrelazaban en una telaraña de melancolía, recordando cada palabra, cada gesto, cada momento que alimentaba esta herida emocional. Me sentía vulnerable, expuesta a un torbellino de emociones que amenazaban con arrastrarme. Era una decepción que no se marchaba fácilmente, que se aferraba a cada fibra de mi ser y dejaba una huella profunda y dolorosa en mi alma.

Aunque hubiera prevenido su rechazo hacia el embarazo, no pude evitar sentirme fatal, sentirme culpable. Sus ojos verdes permanecían sobre mí, intensos y negándose a aceptar lo que para ese momento era absolutamente innegable.

Las hormonales me jugaron una mala pasada cuando él finalmente dijo algo.

—¿Es una especie de broma sórdida? —inquirió, casi como súplica.

Por mi parte, un sollozo contenido no pudo ser evitado, ocasionando su preocupación. Se aproximó a mí, intentando tomar mi rostro entre sus manos, pero lo manoteé, señalándolo con el índice a modo de advertencia.

—Quítame las manos de encima.

—Yo...yo no tenía esto planeado —murmuró.

—¿Y crees que yo hice? ¿Crees que un bebé a los veintitrés estaba dentro de mis planes?

—Dijiste que tu inyección jamás había fallado antes, ni un sólo susto de embarazo, ¿qué mierda sucedió con eso?

—Te mentí, te dije todo eso porque a pesar de tener una de las familias más ricas y de ser una mujer independiente, quise tu fortuna y te mentí porque engendrar un hijo tuyo era parte de mi plan maestro, ¡energúmeno!

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt