CAPÍTULO 23: La cúspide de la elegancia.

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Marco

Londres, Inglaterra.

Mediados de diciembre.

La brisa fría de Londres acarició mi rostro cuando el jet aterrizó en el lugar que alguna vez fue mi hogar, un ápice de melancolía me invadió. Hacía años que no pisaba el Reino Unido sin que la razón fuera visitar a mi madre y hermana, específicamente desde que viajé a Alemania para estudiar arquitectura luego de terminar el bachillerato a los dieciséis, desde entonces no había regresado por más de un solo día.

—Señor Vanderbilt —interrumpió Luisa, mi secretaria, caminando con prisa detrás mío —. El primer ministro, Rishi Sunak, desea saber sí la reunión de hoy continua en pie.

—¿Qué clase de pregunta es esa? Claro que sigue de pie, ¿o sino qué rayos hago aquí?

—Lo lamento, señor.

Tomé un poco de aire, llenando mis pulmones de aire, mientras cerraba los ojos debajo de los lentes de sol, que evitaba que miran las ojeras que se cernían bajo mis ojos, porque estaba claro que no era por el sol en Londres, ya que en diciembre la lluvia y la nieve es lo que reina.

—¿Sabes qué, Luisa? —me detuve en medio del camino a la limusina que esperaba por mí en el aeropuerto y le encaré —. Puedes tomarte el día, estás en una de las ciudades más visitadas en estas fechas, puedes tomar un poco de chocolate caliente en alguna cafetería local, comprarte lo que desees. Solo confírmale al señor Sunak que la reunión se llevará a cabo a las siete de la noche como lo estipulamos.

—Pero, señor, mi trabajo es acompañarlo...

—No, tu trabajo es obedecer mis órdenes, y acabo de darte una. Te veo mañana.

Habían pasado dos meses y medio desde aquella llamada en el patio trasero de la casa de mi familia, desde que ella me reiteró que jamás sería yo, que siempre escogería a su prometido por ser cobarde, porque así lo consideraba. Incluso ya la había entendido, lo había meditado y olvidado, dejado en el pasado sin darle la importancia que no merecía desde luego.

Habían pasado tres semanas desde que me pareció una buena idea impulsada por la insistencia de James que interrumpir su boda no sonaba tan descabellado como lo consideré en un inicio. El tomar un vuelo hacia Italia, país que no había pisado en siglos, con el único objetivo de arrebatarla de los brazos de ese hombre, sin embargo, cuando la contemplé usando un vestido blanco en el que lucía como una reina, el arrepentimiento de estar cruzando un línea muy gruesa me hizo dar un paso atrás, replantearme mis prioridades y con su mirada de regreso en su futuro esposo volver a montarme en la limusina camino al aeropuerto.

Céline Crawford era una mujer comprometida cuando nos conocimos, a nada de casarse con otro hombre, e incluso era hija de nada más ni menos que Theo Crawford, con eso bastaba para alejarla de mi cabeza y de todo lo que me rodeara.

Sin embargo, cuando abordé el jet y los mensajes de James notificándome acerca de que ella había escapado de su boda, una ápice de esperanza creció en mi interior, creyendo que me llamaría o enviaría un mensaje, pero la realidad no tardó en llegar cuando los periódicos mundiales empezaron a difundir su nuevo destino.

Conocía mi número de teléfono, mi ubicación, mi destino, pero jamás me buscó.

Cuando me deshice de los pensamientos de semanas atrás, me dirigí hacia la salida del aeropuerto, donde un auto me estaba esperando. El conductor me saludó con una reverencia formal y me llevó hacia el centro de la ciudad. A través de la ventana, observo los icónicos paisajes urbanos de Londres, en una mezcla de historia y modernidad.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें