Capítulo 69: Perder lo que nunca tuviste

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Marco


Tenía dos opciones sobre la mesa: derrumbarme, tal y como lo hice cuando me escondí en High Garden luego de enterarme de su traición, o hacer todo lo posible para que incluso sin ella, pudiera convertirme en una persona que yo si quisiera a mi lado, que no me resultara jodidamente repugnante como lo era cada vez que me veía al espejo y notaba que, en efecto, Antoine había logrado convertido en lo que siempre quiso.

La simple idea de que ella hubiera intimado con alguien más me calcinaba a medidas que jamás creí posible, sin mencionar lo impotente y culpable me hacía sentir eso tomando en cuenta que, si ella estaba "soltera", era porque yo tomé la decisión de divorciarnos.

¿Quién podía culparla? Actuó bajo lo que conocía, le pedí el divorcio luego de todo lo que sobrevivió, haciéndole pensar que solo había estado a su lado esperando que estuviera psicológicamente estable para estarlo, y luego la engañé con la mujer con la que se suponía me casaría ante de que ella regresara, pretendiendo que desde que tomé esa impulsiva decisión nada había cambiado.

Cuando si lo había hecho. Amaba más a Celine de lo que la amé en ese entonces, la adoraba y respetaba más de lo que llegué a hacerlo en ese entonces, así que ver lo que se presentaba frente a mis ojos y me gritaba que ella había buscado lastimarme de la misma forma en la que yo lo hice con ella, me reiteró lo dañinos que podíamos llegar a ser cuando no éramos honestos.

La presencia de Dona Cuccitini a todos los jodidos lugares a los que iba me tocaba los cojones, verla y reconocer la supremacía que creía poseer por ser supuestamente quien me alejó de Celine, cuando fui yo mismo quien lo hizo, sin necesitar de nadie más y mucho menos de una mujer como ella.

Había intentado mantener lejos del ojo público luego de firmar el divorcio, dándole un fin legal al vínculo con la mujer que no salía de mi cabeza desde el 15 de septiembre de tres años atrás. Era de no creerse todo lo que sucedió desde entonces, entre ambos e incluso por separado.

El aroma de su piel y cabello impregnado en las sábanas y almohadas de mi cama luego del último encuentro carnal que tuvimos me permitió dormir como no lo había desde semanas atrás, pero cuando ese aroma se espejó, el insomnio volvió, el pesar en mi pecho que mi gritaba que cada rincón de esa habitación estaba embrujado.

Intentando disipar el vacío que provocaba su ausencia en mi vida, en mí, me enfoqué en la arquitectura, en continuar con los planos de la Fundación Crawford y evaluar las nuevas propuestas de diseñar hospitales, hoteles e incluso centros comerciales a la vanguardia de la tecnología.

Ignorando los cuchicheos que me rodeaban cada vez que me adentraba en una habitación, me dediqué a avanzar profesional y personalmente. Cada mañana, me preparaba para enfrentar otro día en la oficina, aunque el peso de mi reciente divorcio aun pesaba. Me reunía con mi equipo en la sala de juntas, rodeados de planos y maquetas, analizando los avances y las nuevas propuestas.

Ese lugar, ese momento, era un refugio bienvenido del dolor y la tristeza que sentía luego de la ruptura de mi matrimonio. Me sumergía en el trabajo, siendo arquitecto o siendo jefe de un conglomerado empresarial, cualquiera de las dos opciones parecía correctas en busca de liberar mi cabeza de pensamientos y dudas que me carcomían vivo.

Al adentrarme en mi oficina me encontré nuevamente con la mujer, con aquella persona, que empezaba a colmar mi paciencia al notar que había logrado pasar mi seguridad, convirtiéndose en un verdadero fastidio.

—Me largaré de aquí —espeté de inmediato, caminando hacia el escritorio en busca de las llaves de mi auto.

—Tu abuelo me llamó durante la madrugada.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora