EXTRA: UN PARTIDO MÁGICO

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ESPECIAL 100K (muy largo por cierto)

Un joven castaño se acomodó su collar con nerviosismo. Era un regalo de su padre, el mayor regalo que le podrían haber dado nunca. Era muy simple, no es que fuera algo caro o materialmente valioso, pero para él significaba mucho, pues tenía un significado muy especial.

–Deja de jugar con ese chisme otra vez –le regañó su amigo a su lado.

–Perdona –se disculpó sin en verdad sentirlo, pues era una manía que tenía y que no pensaba quitar.

–Ya, pues...

–Hola, perdona –el chico se giró ante la chica que lo miraba con una enorme sonrisa en la cara y los ojos brillantes–. ¿Podría hacerme una foto contigo?

–¿Conmigo?

–Por supuesto –murmuró sonrojada, notablemente avergonzada–. Eres muy guapo y además tú...

–Bueno, vale –la cortó de golpe, no quería volver a oír lo mismo que le decían al menos cinco veces al día. Posó para la foto con una sonrisa bastante tensa y se despidió de la chica con amabilidad, como si no estuviera ya harto de tener que hacerse miles de fotos con desconocidos–. Odio esto.

–Me cambio contigo –le dijo su amigo con una sonrisa enorme.

–Pero si a ti te hacen lo mismo –replicó con el ceño fruncido.

–Pero menos que a ti.

El chico rodó los ojos con molestia y negó levemente. Su amigo era un incordio la mayor parte de veces, por no decir que siempre. Sin embargo, eso le hacía ser él mismo y fue por su carácter incasable hasta llegar a la molestia que se hicieron amigos. Si cuando eran niños su amigo no hubiera insistido en jugar con él a hacer castillos de arena, ahora mismo no tendría junto a él a quien consideraba como su hermano.

Siguió viendo hacia la carretera, esperando que llegara algo o más bien alguien. Necesitaba en ese momento más que nunca estar acompañado por quien quería, pero esa persona, como siempre, llegaba tarde. Sin embargo, no parecía llegar. A su alrededor, un montón de personas corrían para llegar a algún lado y coches de todos los colores y marcas circulaban a toda velocidad. Ahí todos iban corriendo a todos lados y eso era lo que extrañaba de su ciudad, donde todo transcurría con mucha tranquilidad. Estaba confirmado, quería volver a casa cuanto antes.

–No te angusties.

–Cállate –lo silenció con una mueca de hastío. Se estaba irritando por momentos y su amigo no ayudaba.

–No la pagues conmigo.

–Por favor, ¿puedes...?

–Hola, perdona –el chico suspiró cansado cuando oyó a otra chica detrás de él. Se giró para ver otra vez esa mirada y sonrisa brillantes que veía a menudo–. ¿Podrías...?

–Mi amigo está demasiado nervioso, pero podrías hacértela conmigo –le sugirió el amigo del chico con una sonrisa coqueta.

–No, gracias –y con eso se fue farfullando enfadada.

–Como se pone la gente –murmuró enfurruñado su amigo, causando la primera risa en el chico en todo el día.

La verdad era que no entendía porque su amigo no era tan querido por la gente como él. Era mucho más atractivo con su pelo rubio y sus ojos azules, era como un querubín, y era tan diestro como él. De hecho, eran un excelente dúo, pero siempre le dejaban de lado y eso le dolía en el ego.

El chico se miró en el reflejo de un autobús que paró justo frente a él. Sus propios ojos le devolvieron una mirada ansiosa y preocupada, pero a la vez le recordaron a los de su madre. Eran igual de rojos, pero no tan hermosos. Los de su madre brillaban con luz propia, aunque hubo un tiempo en el que no brillaron más, en el que ni siquiera se abrieron durante mucho tiempo. Eso se convirtió en la mayor pesadilla del chico. Desde que su madre no volvió a abrir los ojos, cada noche soñaba con su muerte y, desde que por algún milagro despertó, esa pesadilla tampoco dejó de aparecer. 

Otro mundo [IE] ✔️Where stories live. Discover now