Capítulo Dieciocho

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Alguien le susurraba al oído. Era muy incómodo. Se revolvió en su sitio, pero algo le impedía moverse. Con lentitud, se miró las piernas y las vio encadenadas a una enorme roca, así como sus manos. ¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿Y dónde estaba?

Trató de hacer memoria, pero solo recordaba haberse sacrificado en vano para salvar a Celia. ¡Celia! ¿Dónde estaba?

–¿Hola? –Gritó– ¿Hay alguien ahí?

Pero no recibió respuesta. ¿En qué lío se había metido ahora?

–Veo que ya te has despertado, querida –comentó una voz ronca a sus espaldas.

Sabrina trató de moverse, pero era imposible. Y, aún sin verle la cara, sentía temor.

–¿Quién eres? –Preguntó inmediatamente, tratando de parecer serena.

El propietario de la voz rio con fuerza.

–¡Qué adorable! Mírala, queriendo parecer segura de sí misma cuando en el fondo siempre ha sido una chiquilla buena para nada.

Sabrina se tensó. ¿Una chiquilla buena para nada? ¿Y qué sabría él? Ni siquiera la conocía. No, no iba a dejarse intimidar por esa persona.

–No sé quién eres, pero no me importa lo que digas. Yo sé perfectamente lo que valgo y nadie...

–¿En serio lo sabes? –La interrumpió, burlón–. ¿Tú? ¿La que antes se miraba al espejo y dudaba de su cuerpo? ¿La que tenía ganas de llorar al ver su barriga o sus anchas piernas? ¿La que sentía vergüenza de sus granos, de sus ojos, de su cara en general?

Sabrina enmudeció. ¿Cómo narices sabía él eso? Sí, ella lo hacía, ella lo hacía todo el tiempo. También debía admitir que se decepcionó un poco al ver que su cuerpo en este mundo no había cambiado mucho. Estaba un poco más delgada, pero no tanto. Sin embargo, había aprendido a superarlo. Sus amigos de Inazuma y de Estados Unidos le habían enseñado a quererse, porque ellos la querían.

Desde que apareció por primera vez, se dio cuenta de que allí no importaba la imagen, sino el corazón. Mark y todos los demás no la juzgaban por la ropa que llevaba, o por si utilizaba una talla u otra, sino por cómo era su interior. Ellos eran verdaderos amigos.

–Sí, lo hacía –admitió, avergonzada–, pero ahora...

–Lo sigues pensando –completó por ella–. No trates de ocultarlo. Esas inseguridades no se van nunca. Te preguntas cómo es que una chica como tú logró atraer a un chico como Axel. Y, francamente, yo también me lo pregunto.

–Yo nunca... –Trató de negar, pese a que tenía razón.

–No trates de negarlo, querida. Conozco todo de ti. Y cuando digo todo, me refiero a TODO.

Sabrina se estremeció. Eso no podía ser posible.

–Es imposible.

–Para mí, nada lo es.

»Lo mejor será que lo aceptes.

–¿Qué acepte el qué?

–Que aceptes que eres una inútil, que solamente atraes a la gente por pena. Eres patética –le susurró al oído.

Los ojos de la chica se cristalizaron. ¿Qué solo estaban con ella por pena? A su mente vinieron todos sus recuerdos, pero ahora veía cosas que antes no. Veía sus rostros confusos y hasta molestos, sus muecas de burla. ¿De verdad que sus sentimientos eran falsos? No. Ellos no eran así.

Los hipócritas eran sus amigos de su mundo original, que la criticaban siempre, pero ellos, Mark y los demás, ellos tenían sentimientos verdaderos.

–¡¡Mientes!! –Gritó, esta vez sin poder contener las lágrimas.

Otro mundo [IE] ✔️Where stories live. Discover now