Capítulo Veinticinco

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–Sabrina Evans, gerente de Inazuma Japón, entra en el campo en lugar de Harley Kane. ¿Es eso posible? –Comenta Maxton.

–Bueno, hay una especie de vacío legal que permite jugar a las chicas siempre y cuando sean parte del equipo. Y Sabrina es gerente así que...

–Ahora solo queda preguntarse qué aportará esa chiquilla al equipo.

"¡Qué manía tiene la gente con llamarme chiquilla!" Sabrina no tenía miedo. Sabía por qué estaba allí. El entrenador se lo había explicado con detalle y ella había aceptado hacerlo.

–Sabrina, ¿qué...?

–Confía en mí, Jude, en mí y en el entrenador.

Los chicos asintieron, dubitativos. Ella no sabía ni correr derecha. ¿Cómo iba a jugar un partido? 

Sin embargo, en las gradas, la preocupación también era patente. Dylan Keats y Mark Kruger estaban con el corazón en un puño.

–¿Se ha vuelto loco?

–Dylan...

–No, Marki, el fútbol es agresivo. Puede salir herida. Mira cómo quedó Kevin Dragonfly.

Marki tragó saliva. No podría verla así. Pero debía confiar en ella. Al fin y al cabo, ella había jugado contra ellos en Estados Unidos. Vale, la dejaban ganar, vale, jugaban como si fueran niños de 5 años para que ella pudiera ganar, pero se le veía el potencial igual... muy por dentro de su... A la mierda. La destrozarían.

Mark Kruger se levantó de repente, queriendo parar el partido y moler a golpes a Percy Travis y entonces alguien lo detuvo del brazo:

–Debemos confiar en ella –intervino Paolo.

–Eso –asintió Thiago–, es fuerte.

–Recordad que hasta la rosa más hermosa tiene espinas –añadió Edgar Partinus con su típica frase que no ayudaba en nada a tranquilizarlo

–Oh, oh –todos se giraron a ver a Dylan, quien enseñaba el móvil con miedo. Alguien le estaba llamando

–No lo cojas –le gritaron Paolo y Kruger, pero ya fue demasiado tarde

–¡¡PARAD EL PARTIDO!!

–Erick...

–¡¡LA VAN A MATAR!! –Lo interrumpió a gritos. Su voz sonaba ronca, como si hubiera estado gritando muy fuerte antes– ¡¡QUIERO VERLA, PASADME A SABRINA!!

–Señorito Eagle, por favor –le suplicó una mujer por detrás–, tranquilícese, va a entrar a quirófano ahora mis...

–¡¡ME IMPORTA UN RÁBANO!! DYLAN, MARKI, DETENED EL PARTIDO, NO DEJÉIS QUE JUEGUE, LA MACHACARÁN, VAN A DESTROZARLA

–Se acabó –y eso fue lo último que escucharon antes de oír cómo sedaban a su amigo y se lo llevaban a quirófano

Compartieron una mirada los cuatro y luego volvieron a mirar el campo. Sí. Tenían que confiar en ella, pero era tan difícil...

En el campo, Sabrina sintió como la adrenalina recorría su cuerpo. Era una sensación alucinante. Ahora entendía porqué a los chicos les gustaba tanto entrar en el campo. Vio como algunas personas gritaban su nombre. La conocían. ¿Cómo era posible? Ellos... La querían. Sintió como las lágrimas de emoción surcaban sus mejillas a la vez que una corriente cálida movía su coleta de lado.

–Mucha suerte –era Victoire.

Miró hacia el sol y le pareció ver a Helios y a Selene. Sonrió. Sí, ellos también estaban con ella. Era su momento. Y debía brillar con fuerza

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