EPÍLOGO

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DIEZ AÑOS DESPUÉS


Una mujer caminaba con rapidez por un pasillo bastante oscuro. Detrás de ella, un hombre de su misma edad llevaba un carrito de bebé con un pequeño dentro.

–Date prisa, vamos a llegar tarde.

–¿Qué dices? Si aún quedan...

–Me da igual, vamos tarde porque lo digo yo y punto –le interrumpió, furiosa.

–Tu mamá se ve furiosa. Es una amargada –le dijo al pequeñín, que jugaba con un trozo manzana.

–Te he oído.

»Cariño, deja de jugar con la manzana y tómatela, ¿sí?

El pequeño se metió todo el trozo en la boca y comenzó a masticar con rapidez.. La mujer se giró y le sonrió.

–Así me gusta. Por fin alguien que me obedece.

El bebé aplaudió aún con la boca llena y recibió un beso en la frente. Le encantaban que su madre le diese mimos.

–Yo te obedezco –replicó el hombre, ofendido.

–Papá –llamó el pequeño, dando palmaditas.

De repente, ella se detuvo, justo antes de terminar de cruzar el pasillo. Estaba a un solo paso. El hombre se paró a su lado y la vio de reojo. ¿Tanto meter prisa para luego no entrar? Las mujeres estaban locas.

–¿Por qué dudas?

–No lo sé. Hace tiempo que no...

Eso era algo que seguía sin entender de ella. Siempre parecía tan fuerte, tan decidida, pero, en el fondo, era todo lo contrario. Siempre tenía dudas y, lo más increíble era que siempre sabía sobreponerse a ellas y continuar. Sin embargo, ahora se notaba que la incertidumbre era mucho mayor que las ganas de continuar. Podía leer el miedo en su cara y supo que tenía que darle un empujón para continuar:

–Debes arriesgarte. Ya sabes lo que dicen...

Ella lo miró. Dudosa. ¿De verdad podría hacerlo? ¿Tendría el suficiente valor? Lo dudaba. Ella no era tan valiente.

–Héctor, ha pasado un tiempo desde que estoy fuera. ¿Y si...?

–No, no, nada de dudar, ¿recuerdas?

Ella suspiró y asintió, dudosa. Los ánimos volvieron a invadirla de nuevo, poco a poco.

"Puedo hacerlo", se repetía continuamente en su cabeza. Sí, debía poder hacerlo

–¿Quieres que vaya contigo? –Ofreció como último recurso, pero ella declinó amablemente

–Debo hacerlo sola, Héctor, a partir de ahora toca ser valiente –el hombre asintió mientras la abrazaba por los hombros–. Gracias por acompañarme hasta tan lejos –le dedicó una sonrisa.

–No tienes por qué darlas –la besó en la frente con cariño y suspiró, era momento de despedirse–.

»Nos veremos muy pronto.

La mujer lo observó irse y sintió un apretón en el pecho. Lo extrañaría. Al fin y al cabo habían pasado muchos meses juntos. Sin embargo, era hora de volver a casa. Así que, con los nervios recorriendo cada músculo de su cuerpo, cogió al niño en brazos y dio unos pequeños pasos a la salida

–¿Preparado, bebé?

–Shi –"Yo también"

Y salió. La luz la cegó por un momento y los gritos la terminaron de descolocar. No tardó mucho tiempo, sin embargo, en darse cuenta de que, efectivamente, había llegado tarde. A lo lejos se veía como un equipo levantaba una copa con la máxima felicidad.

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