Capítulo Veinte

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Tal vez le había puesto demasiados somníferos al té. Sabrina llevaba un día entero dormida. Y no daba señales de querer despertar. Miró de nuevo el envase del que sacó los somníferos. Ahí ponía que el efecto duraba 8 horas, pero ella llevaba dormida 24.

–¿Y si la he matado? –Susurró preocupada.

–No la has matado, es solo que le gusta dormir –murmuró Xavier, atando los cordones de su zapatilla derecha

–¿Qué?

–Sí, seguramente esté dormida, pero no por culpa de los somníferos.

Al oír eso, Cami se quedó más tranquila.

–¿Habláis de Sabrina? –Preguntó Caleb, pasando por delante de ellos–. Cuando se despertó le di otro té con dos somníferos más, así por lo menos no molestará mucho en el partido.

–¿Qué hiciste qué? –Le gritó David, furioso

–¿Dónde la has dejado, Caleb? –Le preguntó Nathan, terminando de ponerse la camiseta.

–Está ahí –respondió tranquilamente, señalando un rincón de los vestuarios, cubierto por sudaderas.

Axel sintió que su nivel de paciencia se sobrepasaba, que ya no podía contener más su furia. Y no parecía ser el único.

–¡Caleb!

–Bueno, bueno, tampoco hace falta que os pongáis así.

Se levantó con parsimonia y se acercó a la pila de chaquetas, debajo de la cual se encontraba Sabrina.

–Yo creo que así está mucho mejor, no habla, no molesta –dedujo, cruzándose de brazos, satisfecho.

Y entonces, una pierna salió de debajo de la chaqueta de Jack y le propinó una fuerte patada en toda la tripa.

–¿Qué cojones? –Maldijo, dolorido.

–Eso te pasa por utilizarme como perchero –le gritó Sabrina, saliendo con dificultad– y por drogarme.

–No te drogué –replicó, aún quejándose de dolor.

–Sí lo hiciste.

–No lo hice.

–Sí lo hiciste.

–No lo...

–Basta –gritó Jude, causando que ambos hiciesen silencio–. El partido está a punto de empezar. Dejad de discutir y vamos al campo –les ordenó.

Los dos salieron del vestuario, dándose leves empujones entre ellos e insultándose de paso.

–Son como niños.


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De momento todo iba bien. Cada equipo se estaba preparando para salir al campo. Pero, de repente, cayendo del cielo, literalmente, apareció Zoolan Rice.

–No es posible –murmuró Sabrina, furiosa.

En ese momento, hizo contacto visual con ese hombre y lo que vio le produjo un escalofrío.

–¿Qué hacemos ahora?

–Mark –le puso una mano en el hombro y le asintió.

Era la única opción.

–Vamos a ganar el partido –declaró Mark, con decisión.

–Pero si ganamos entonces las familias de los jugadores de Brasil perderán sus casas –rebatió preocupado Darren.

Otro mundo [IE] ✔️Where stories live. Discover now