Capítulo Trece

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–¿Te sigue doliendo?

–No, tranquila, al final me he acostumbrado.

Quedaban pocos días para que esa semana terminase y, por consiguiente, su tratamiento. Erick se sentía como si le estuviesen administrando la quimioterapia. Afortunadamente, su cuerpo no sufría daño alguno y su enfermedad no era tan grave como la de las personas que de verdad tenían que recibirla.

Sabrina parecía estar leyendo su pensamiento y suspiró.

–Es extraño, ¿verdad?

–¿El qué?

–Todos los días, miles de personas pasan a tu lado, pasean por las calles como personas normales. Y tú las ves e incluso sientes envidia de algunos, les criticas, les admiras. No te paras a pensar en su situación, solo en que te gustaría ser esa persona.

»Pero lo que nadie sabe es que esas personas guardan en su interior un gran dolor.

»Muchas personas están sufriendo grandes enfermedades, como el cáncer, y siguen viviendo, hacen vida normal y fingen estar bien cuando, en el fondo, sufren.

Erick la miró. ¿Qué quería decir Sabrina con todo eso?

–En el fondo, los verdaderos héroes, los más fuertes y admirables, son esas personas que logran ser tanto incluso con su terrible situación.

»Sé que tu situación no tiene nada que ver con una enfermedad tan grave como es el cáncer, pero, ¿sabes la cantidad de gente que te envidia, Erick? Muchísimos jugadores quisieran ser tú, el Mago del Campo, el genio del fútbol, pero lo que no saben es que siempre vives con el miedo a que los efectos del accidente vuelvan a afectarte. Como ha pasado ahora.

»Nadie ve lo que has sufrido, la cantidad de sudor y lágrimas que has derramado para llegar hasta donde estás ahora mismo. Solo ven que eres un gran jugador y es lo único que les importa. Y pese a eso siempre habrá alguien que te critique por envidia.

»Supongo que así es como funcionamos los seres humanos –suspiró.

–Sabrina.

–Esto –continuó, con la mirada perdida–, el haberte acompañado esta semana, me hace pensar en la cantidad de gente que sufre y no tiene a nadie que le acompañe. Que está sola y que necesita que alguien le dé simplemente la mano cuando sufre.

»Te imagino a ti. ¿Y si no hubiera venido contigo? Habrías estado aquí, en esta misma camilla, solo. Y eso hace que mi corazón se estruje.

Erick sonrió con tristeza. Estaba empezando a ver por dónde quería ir su amiga.

–Quieres ayudarles, ¿no?

–O algo similar. No sé. Quiero ser útil para el mundo. Hacer algo importante. Sé que puedo hacer algo para ayudarles –confesó convencida de su propósito. 

Erick sonrió. Sabrina tenía un corazón de oro. El mundo tenía suerte de tener a alguien como ella, dispuesta a cambiar las cosas. "En el futuro harás grandes cosas, Sabrina, y yo estaré ahí contigo para verlo"

–Está bien, yo te ayudaré –le respondió con decisión, no iba a dejarla sola en esa empresa–.

»Podríamos hacer algo, como un partido para esas personas –sugirió con una sonrisa emocionada, la típica sonrisa que tenía cuando hablaba de fútbol

–Erick.

Sabrina sonrió. No podía creerse que Erick fuese ayudarle. Era una locura que se le acababa de ocurrir. Ni siquiera sabía cómo iba a hacerlo. Y entonces Erick se ofreció a ayudarle. Eran una gran equipo.

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