Capítulo Diez

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–¿Puedes elegir algo ya?

–Para ti es fácil decirlo –se quejó ella, haciendo un puchero.

–Sab, no tengo todo el día.

–En realidad sí –replicó por detrás su amiga.

–Cállate, Tori.

»Sab, ponte ese vestido, el rosa, te queda bonito –le instó.

–¿De verdad?

–Que sí –le gritaron las dos a la vez.

–Tenemos que colgar –le avisó Tori–. Pásatelo bien.

–Y liga con muchos chicos por mí –añadió Sue.

–¡¡Sue!!

La chica colgó antes de que una avergonzada Sabrina le reprendiese del todo. Sonrió al imaginar la cara de Axel Blaze cuando la viese, o la de Xavier Foster. Daría lo que fuera por ver sus caras de estupefacción.

–¿Crees que cogerá el rosa?

–Sí, estoy segura. Si no, no nos hubiera preguntado.

–Tienes razón.

Lo cierto era que se sorprendieron mucho cuando Sabrina les llamó, pero les hizo mucha ilusión que lo hiciese, pues significaba que seguían siendo amigas.

–Ahora un chiste.

–No, Sue –suplicó, recordando aquellas horribles noches de chistes–, otra vez no, por favor.


╭───────╯ °✧° ╰───────╮


Todos esperaban por Sabrina, que no quería bajar, y también por Mark, que no había dado señales en toda la tarde.

Sin embargo, todos estaban preocupados por Sabrina, que no quería salir de su habitación. Nathan había subido a ver cómo estaba pero solo logró sacar unos gemidos lastimeros y una amenaza para todo el equipo:

–Como volváis a molestarme voy a daros tal paliza que cuando veáis un balón tendréis ganas de jugar, pero al escondite.

»Una pista –les había dicho con una sonrisa irónica–. Tendréis más moratones que pelos en el cuerpo.

Nathan no había tenido que decirles la amenaza, todos la habían oído.

–¿Lo dirá en serio?

–No lo sé, pero tampoco quiero averiguarlo.

Sabrina sentía vergüenza. Se veía ridícula con ese vestido. No, no, no, no. No pensaba ir con eso a la fiesta. Era demasiado... rosa. Había visto los vestidos de las chicas y parecían de gala, de fiesta, de adultas. El suyo era rosa y parecía de una niña. Bueno, técnicamente, era una niña.

Miró por la ventana, con disgusto. No saldría ni para comer. Y entonces vio algo que le llamó la atención. No. Podía. Ser. Era imposible, ese chico era imposible. ¿Cómo se le ocurría jugar al fútbol cuando tenían una fiesta en menos de una hora? Que ella no fuese no significaba que él tampoco.

Salía disparada de su habitación y, con un equilibrio que no habría creído en su vida, bajó las escaleras corriendo con esos zapatos de tacón mortíferos –para ella–, dejando a los demás paralizados de la sorpresa.

–Id tirando, os alcanzaremos en seguida –les gritó, saliendo por la puerta como una exhalación.

Todos asintieron, dudosos, y el único pensamiento que se le cruzó a Axel fue que estaba muy hermosa.

Otro mundo [IE] ✔️Where stories live. Discover now