Capítulo Trece

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Shawn miraba atentamente a Sabrina. Su presencia le proporcionaba tranquilidad. Se sentía igual que cuando era pequeño y tenía una pesadilla. Su madre siempre iba a consolarlo y le cantaba en voz baja una suave canción que nunca lograba recordar. En ese momento, Shawn se calmaba y volvía a dormir. Al ver a Sabrina, Shawn sentía lo mismo: tranquilidad, relajación, calma.

Sabrina sintió la mirada del chico albino sobre ella. Con lentitud, se acercó a él.

–Hola –saludó con una gran sonrisa–, me llamo Sabrina.

–Yo soy Shawn.

–Lo sé, me lo ha comentado Mark.

Shawn tragó saliva, incómodo. Al parecer, la gente conocía más su situación que él mismo. ¿Le habría contado también...?

–Siempre quise un hermano, ¿sabes? –Comentó de repente, sacándolo de sus cavilaciones

–¿Eh?

–Se lo pedí a mis padres pero siempre me desviaban el tema. Lo cierto es que mis padres nunca han sido de tener hijos –le contó despreocupada, tratando de sonar indiferente pese a que decirlo le dolía–, así que me quedé sin hermano. 

»Pero conseguí un unicornio.

Shawn parpadeó confundido. ¿Un unicornio? ¿Un unicornio de esos con cuerno? Seguro que lo habría oído mal.

–¿Un qué? –Preguntó impresionado.

–Sí, ya sabes, un unicornio –le repitió como si el chico tuviera un problema que le impidiese comprender lo que decía–. Un caballo con un cuerno –empezó a hacer gestos con las manos graciosos con la intención de gesticular el cuerno

–Pero... ¿Te lo compraron...? Me refiero, ¿era de verdad?

–Sí –respondió seria, pero luego se echó a reír–. Era broma, me lo compraron de juguete, pero era tan grande que me pareció de verdad.

»Me acuerdo de aquella vez en la que se me cayó encima. Tenía como seis años y era muy pequeña –comenzó a contarle con una sonrisa nostálgica–. Quería darles una sorpresa a mis padres así que me escondí detrás del peluche gigante. Me escondí tan bien que se asustaron y todo –se carcajeó como si fuera algo gracioso, pero para ella, en aquel momento, más que gracioso fue emocionante, era la primera vez en mucho tiempo en que veía algo de preocupación por ella en la mirada de sus padres, y con la preocupación venía el cariño, ¿no?–. 

»Mi madre se puso a gritar como loca: "Sabrina, Sabrina" –imitó la chica dramatizando con las manos–. Siempre que mi madre me llamaba a gritos era para castigarme así que me asusté. Porque, verás Shawn, cuando mi madre se enfada me pega con la chancla y eso duele mucho –le confesó en susurros, como si fuera un secreto de estado–.

»El caso es que me asusté tanto que me tropecé con el peluche y se me cayó encima. Entre que yo era pequeña y el peluche enorme... pues podrás adivinar cómo terminó la cosa –hizo una mueca al recordarlo–. Me aplastó y estuve así diez minutos enteros. Los diez minutos más horribles de mi vida.

»Desde entonces le tengo pánico a los peluches gigantes.

Shawn contuvo una risa. Esa chica sí que era rara. ¿A quién en su sano juicio le daría miedo un simple peluche? Seguro que estaba mintiendo.

–Conozco esa mirada –suspiró resignada–. Nadie me cree cuando les digo que tengo peluchefobia 

–No creo que eso exista

–Bueno, es una mezcla de miedos a los muñecos, que es pediofobia, y miedo a las cosas grandes, la megalofobia. Entonces yo lo llamo peluchefobia –se encogió de hombros, orgullosa del nombre que le había dado a su miedo. Ante esto, Shawn no pudo evitar una suave risa que no tardó en contagiar a la chica. Si para que Shawn se soltase tenía que contarle toda su vida, Sabrina estaba decidida a hacerle incluso una película–.

Otro mundo [IE] ✔️Where stories live. Discover now