Capítulo Cuatro

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El primer día de clases había sido... interesante. Sí. Esa era una buena forma de nombrarlo. Al principio todo había ido normal. La habían presentado en la clase –a la que afortunadamente iba con Mark– y nadie se había acercado a preguntarle sobre su vida personal. Eso fue verdaderamente un alivio porque, uno, no sabía qué responder, dos, no le gustaba mucho hablar con desconocidos.

Otro lado bueno era que lo habían sentado al lado de un chico guapo, es decir, Axel. ¿Que estaba mal que lo dijera ella? Pues un poco, pero nunca reconocería que lo veía guapo. Claro que se refería a guapo respecto a otros de la clase. Que no es que los chicos de la clase no fueran monos, pero Axel tenía algo que... como una especie de magnetismo. Era algo raro. Pero atraía a todas las chicas y Sabrina había jurado que a algún que otro chico también. Tal vez era su apariencia de chico malo, solitario y poco hablador, no lo sabía. 

Luego de su primera clase de matemáticas vino su peor pesadilla, Educación Física. Hizo el completo ridículo y menos mal que Mark y Silvia hicieron equipo con ella y ellos eran realmente buenos.

–Vamos, Sabrina, solo bota el balón –le gritó Mark desde el otro lado de la cancha. ¿Por qué estaban jugando al baloncesto? Ella odiaba el baloncesto

En realidad, odiaba cualquier tipo de deporte. 

–¡¡No puedo!!

Axel sonrió maliciosamente y se acercó a ella corriendo. Estaba en el equipo contrario y el profesor había prometido dejar salir 10 minutos antes a quien encestara 10 puntos. Y a su equipo solo le faltaban 2. 

–Ni te acerques –le advirtió, agarrando la pelota y pegándola a ella

Le pareció encantadora. No iba a negarlo. Tenía la cara roja y sudada y lo miraba como si fuera un ladrón de pelotas de mano armada

–Vamos, Blaze, ya eres bueno al fútbol, trata de no ser bueno en más deportes. Nos dejas a los demás como bobos –le soltó un compañero de su equipo. Sabrina agradeció que saliera a defenderla

Sin embargo, el aludido hizo caso omiso y no retrocedió.

–No quiero hacerte daño –murmuró acercándose, esta vez caminando. Ella era inofensiva. Ni siquiera sabía botar la pelota. Sería como quitarle un caramelo a un niño

Sabrina actuó por instinto. Retrocedió un paso, asustada, y, detrás de su rival, vio a Silvia hacerle señas. Quería que se lo lanzase. Así que solo cerró los ojos y lanzó la pelota por encima de la cabeza de Axel. Lo próximo que oyó fue un grito

Después de eso, las clases habían terminado y ella debía volver a casa de Mark. No sabía bien qué haría, pero seguro que encontraría algo que la mantuviese entretenida. En su mente se formó la idea de dormir la siesta y la aceptó de inmediato. Era un plan genial.

Sin embargo, antes de poder irse, Mark la interceptó con una radiante sonrisa. Silvia estaba detrás de él, esperándolo.

–Oye Sabrina, ¿ahora qué harás?

–Pues supongo que irme a tu casa, ¿por? ¿Quieres que te traiga algo para el entrenamiento?

–Oh, no, no. Esto... ¿Entonces no tienes nada que hacer ahora? –Ante la negativa de la chica Mark sonrió ampliamente y la cogió de la mano– Genial, pues vamos al club de fútbol

–¿Qué?

Estaba estupefacta mientras la llevaba a rastras hasta la vieja caseta de madera. Aún no había tenido tiempo de reaccionar

–No tienes nada qué hacer, ¿verdad? Pues puedes quedarte con nosotros –ofreció con simpleza–. Seguro que a todos les gusta la idea

La verdad era que Mark se había propuesto hacer de Sabrina una loca del fútbol, quería que lo amase tanto como él porque consideraba que el fútbol era lo mejor que alguien podía tener en la vida

Otro mundo [IE] ✔️Where stories live. Discover now