Capítulo Veintidós

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Mark no podía aguantar más su desasosiego. No había logrado sacar la Mano Mágica, la mayor parte del equipo estaba decaída y la otra media parecía molesta por algo, y, lo peor de todo y lo que más le inquietaba, Sabrina no estaba por ninguna parte. Y nadie la había visto. "¿Dónde estás?", se preguntó preocupado. Si no aparecía pronto le daría algo, estaba seguro. Además de la bronca que le echaría su madre, la mirada decepcionada de su padre y el sentimiento de culpabilidad que sentía

"A lo mejor podemos llamar a la policía", ideó de golpe. Pero recordó que no daría tiempo a encontrarla antes del partido. Solo esperaba que estuviera bien

–Oye, Kevin, ¿has visto a Sabrina? –Le preguntó Mark, nervioso.

Aún no habían salido del instituto. Mark se negaba a hacerlo hasta que no estuviesen todos. Y por todos se refería a la chica

–No lo sé –le respondió, cruzándose de brazos–, ¿por qué no se lo preguntas a tu amigo Axel?

Detrás de él, Nathan asintió mientras hablaba con Steve y Max, quienes no tenían ni idea de qué ocurría.

–¿Qué?

No entendía. ¿Axel? ¿Qué tenía que ver Axel? Miró al delantero estrella con duda. Lo veía nervioso y con cara mustia. No tenía buena cara. ¿Habría dormido mal? ¿Le dolería algo? Entonces algo en su cabeza hizo click. Ahora todo le cuadraba. Ya sabía lo que le ocurría a su amigo...

–Axel –el chico se giró, mirando a su amigo con cansancio. No había dormido en toda la noche, sin poder dejar de pensar en lo último que habló con Sabrina–, ya sé que te ocurre. Y lo entiendo perfectamente, tranquilo

Al escuchar eso, sintió un gran alivio. Que Mark lo comprendiese le hacía ganar años de vida que la desaparición de la chica había quitado

–Mark, yo...

–No te preocupes, lo entiendo, de veras –le interrumpió con una sonrisa–. Y tengo una solución para tu problema.

Axel lo miró con ojos brillantes. A lo mejor había podido hablar con ella y, de ese modo, poder solucionar las cosas. A lo mejor ella no estaba enfadada con él. Por Dios. Se merecía que le diesen mil balonazos en toda su cara por haberle tratado tan mal

Y, de repente, ante la sorpresa del delantero, Mark se sacó un panecillo de su chaqueta.

–Ten.

–¿Qué? –No comprendía nada, ¿para qué le daba un panecillo?

–¿No tenías hambre? –Preguntó con ojos inocentes.

Axel no sabía si reír, llorar o hacer las dos cosas a la vez. Aún así, cogió el panecillo y suspiró. Le vendría bien comer algo antes del partido.

–Gracias, Mark.

El capitán sonrió. Le gustaba ayudar a sus amigos.

–Siempre que quieras, Axel.


╭───────╯ °✧° ╰───────╮


Ese lugar era totalmente desconocido para ella. Y lo que le estaban diciendo la desconcertaba aún más.

–Un momento, retrocedamos, ¿sí? –Detuvo ella confusa–. Sigo sin entender qué hago aquí.

El señor la miró con exasperación. 40 minutos. 40 valiosos minutos en los que tuvo que explicarle una y otra vez el plan. No era tan difícil.

–Vamos a ver, chica. Tampoco es tan complicado. Necesitamos que te infiltres en el equipo del Zeus, serás su gerente.

–Pero...

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