Capítulo Veinte

1.5K 114 12
                                    

Al final solo fue un pequeño error. En realidad solo era un grupo de señores extraños que iban vestidos con uniformes deportivos. Según le explicó Nathan, eran miembros del Inazuma Eleven, el equipo legendario entrenado por el abuelo de Mark, David Evans. Al parecer habían oído sobre los numerosos intentos de Mark para sacar la Mano Mágica y le habían traído una máquina realmente extraña.

–¿Y usted dice que utilizó... esto, para sacar la supertécnica?

–Por supuesto

–¿Y lo logró?

–Por supuesto... que no

–Qué alivio –murmuró con una mueca, mirando de reojo a Jude, quien se encogió de hombros 

–Por intentarlo que no quede, ¿no?

–Pero la cena...

–No todo es comer, Sabrina –replicó Jack

–Anda que quien fue hablar –señaló Todd, cruzándose de brazos. Él también estaba hambriento

–Bueno, pues vamos allá –Mark se subió de un salto a la máquina, sorprendido a Sabrina. Estaba segura que si ella lo hacía se hubiera dado la ostia de su vida

Se quedó en su sitio, cruzada de brazos y con el ceño fruncido, viendo cómo todos se esforzaban por mover las manivelas, que estaban bastante oxidadas.

"Normal. Tras 40 años que te esperas"

–Está bien, yo también te ayudaré, Mark –anunció segura, quitándose la sudadera y quedando en un short y una camiseta de dormir, causando que todo el equipo reaccionase, para su gusto, de manera exagerada–. 

»Oh, por favor, no os sonrojéis. Ni que vaya a ser la primera vez que veáis a una chica así –se quejó resoplando.

Ella no tenía mucha fuerza, pero tampoco podía ser tan difícil, ¿no? Tras haber puesto en una un poco de aceite, Sabrina comenzó a mover la manivela con decisión. Mark era su amigo y no iba a quedarse de brazos cruzados mientras todos le ayudaban.

No pasó mucho tiempo para esperar a sudar y jadear. El ejercicio físico no era lo suyo, estaba confirmado. Aún así no desistió. Puede que ella no jugase al fútbol y no pudiese ayudar a Mark en sus entrenamientos, pero haría todo lo que estuviera en su mano para traer al Mark sonriente de vuelta. Además, era gerente, ¿no? Parte de su trabajo era hacer que el equipo estuviese bien anímicamente.

–Concéntrate en las caderas –le gritaba cada dos por tres el entrenador Hillman.

–Estoy de oír eso hasta las narices, las caderas, las caderas, ni que tuviese complejo de Shakira –murmuró jadeante Sabrina.

Kevin la escuchó y se echó a reír, imaginándose a Mark bailando samba o alguna danza similar. No podía más. Sentía que se meaba.

–¿Eh? ¿De qué te ríes, Kevin? –Preguntó Jack, sin entender nada de lo que ocurría.

Ajena a todo, Sabrina hacía muecas graciosas que pretendían ser molestas mientras movía la pesada manivela. Hasta que se percató de que había una parte de la máquina que no se movía, la de Kevin.

–Kevin Dragonfly, vuelve a tu sitio ahora mismo –le gritó enfadada–. No me hagas repetírtelo dos veces –el chico corrió a su puesto en seguida, repitiendo el mismo movimiento que hace unos segundos–.

»Y en cuanto a ti, Mark Evans –el aludido tragó saliva, nervioso, la chica daba miedo-, más te vale sacar la dichosa mano y que sea tan buena que logré parar un camión.

Otro mundo [IE] ✔️Where stories live. Discover now