Capítulo Ocho

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–¿Seguro que estás bien? –Le preguntó por enésima vez preocupada.

–Que sí, mira que eres pesada –murmuró Mark con una mueca–.

»¡Ay, Sabrina!, me haces daño –se quejó cuando la chica le apretó con fuerza la bolsa de hielo en la rodilla raspada–.

»Jude, Axel, decidle algo –les suplicó, pero los mencionados solo miraron hacia otro lado, dejándolo atónito, el delantero estrella del Raimon y el mejor estratega de Japón asustados de una chica que no sabía ni correr derecha durante tres segundos.

–No muerdas la mano de quien te da de comer –le dijo Sabrina con una mueca divertida.

Mark la miró con el ceño fruncido. ¿La mano... que te da de comer? ¿Qué estaba insinuando Sabrina? Hizo un puchero, molesto.

–Pero si mi madre dejó de darme de comer a los tres años –le dijo muy serio, provocando la risa de los demás–. 

»¡Ey!, pero, ¿de qué os reís?

Todos se estaban riendo y Mark no tardó en unirse. No sabía bien de qué se reían, pero le gustaba ver a sus amigos felices. Si ellos eran dichosos, él también


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–Ósea que aquí es donde vienes a entrenar... –Murmuró Sabrina– después de entrenar con los demás, ¿eh?

Desde aquel parque se podía ver casi toda la ciudad y Sabrina podía asegurar que, si subía a la torre que tenía un rayo gigante, sí que la vería entera y completamente. Era una vista asombrosa. Se sentía insignificante ante la visión de la ciudad, pero era tan relajante que suspiró, sintiéndose como una mujer que llegaba cansada de trabajar y se sentaba en su sofá para leer un buen libro.

A su mente, por alguna extraña razón, vino la escena de una cita romántica. La verdad era que ese lugar sería un lugar ideal para terminar una cita y besarse con el atardecer. Por alguna otra extraña razón, miró a Axel de reojo.

Se los imaginó a los dos cumpliendo ese escenario que se había montado en la cabeza y se sonrojó por completo. ¿Desde cuando ella pensaba esas cosas? Debía dejar de imaginarse escenarios ficticios imposibles. Había visto que Axel era alguien muy codiciado en el instituto. Lo cierto era que el chico tenía muchas opciones y ella estaba segura de que no era una de ellas

–Sí, y esta rueda me ha ayudado bastante. Con ella entrené para sacar la Mano Celestial –le aseguró Mark, dándole unos golpecitos a una rueda colgada de un árbol.

¿Una rueda vieja? ¿Ese era el método de entrenamiento de Mark? Miró a Jude para que le confirmase que no era una broma y su mueca de exasperación se lo confirmó. Al parecer al estratega no le gustaba ese "entrenamiento especial" del capitán

–Pues en mi pueblo las ruedas viejas se usan como asientos o como columpios –comentó graciosa la chica.

–¡Qué bien! ¡Ya recuerdas algo! –celebró Mark, dando saltitos.

"Mira que es tontito, ¿eh?", pensó para sí. "Tontito, pero adorable", añadió con una sonrisa.

–Mark, es una forma de hablar –le explicó Jude, con una sonrisa.

–Ah, vale. Bueno, pero seguro que pronto recuerdas algo –la animó con una sonrisa. Luego se puso sus guantes con decisión

–¿Qué haces?

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