Capítulo Veintitrés

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Cinco. Cinco. Cinco fueron las veces que casi tiran al mismo médico. Cinco fueron las veces que preguntaron dónde se encontraba Sabrina. Y cinco fueron las veces que se perdieron y se dedicaron a recorrer el mismo pasillo una y otra vez, sin saberlo.

Excepto Jude. Al principio actuó igual de emocionado e impulsivo que los demás. Pero, tras la segunda vuelta, al ver que no se habían movido de pasillo, se sentó en una silla a esperar a que esas bestias denominadas compañeros de equipo se diesen cuenta de la estupidez que hacían.

Poco después, Axel se le unió.

–¿Y si la buscamos por separado? –Preguntó Scotty, en un arranque de inteligencia.

Axel y Jude se levantaron como un resorte. Por fin alguien que usaba eso que se llamaba comúnmente como sentido común.

–No creo, mejor sigamos por este pasillo –replicó Harley.

–Estoy totalmente de acuerdo –asintió Sue.

Jude suspiró, molesto. ¿Por qué tuvo que tocarle con una gente tan inútil?

–Chicos, estas chicas tan amables me han dicho que Sabrina está en la cuarta planta, habitación 11 –les interrumpió Shawn.

El equipo entero miró detrás de él, donde estaban dos chicas que lo miraban con ojos soñadores.

–Este Shawn...

–Vamos –dijo Mark, corriendo hacia las escaleras.

No tardó mucho en ser seguido por los demás. Y es obvio quién se decidió por coger el ascensor, ¿no?


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Sabrina estaba cómodamente hablando con la enfermera. Era muy amable.

–Entonces, ¿tengo ahora una mancha morada en la nuca?

–Sí, tiene la forma de una piedra.

–Oh, siempre quise un tatuaje –comentó feliz, tratando de simular su preocupación.

Desde que había despertado le habían hecho muchos exámenes, tanto médicos como de investigación. Le habían sacado sangre, hecho correr, saltar, también cantar, bailar (lo cual fue muy vergonzoso), le habían hecho un electro... Infinidad de cosas.

Según había podido entender, su cuerpo estaba ya estabilizado y no corría ningún peligro. Pero debía estar atenta a cualquier posible señal de empeoramiento de su salud. Al fin y al cabo, no estaban seguros de cuál sería la reacción a la piedra Alius y al Néctar de los Dioses.

El detective Smith también había tratado de sonsacarle quién había entrado en su habitación y le había inyectado el néctar, pero Sabrina no pudo responder. No es porque no quisiera colaborar, sino porque todo estaba muy borroso.

–Detective Smith, lo último que recuerdo es ser inyectada una y otra vez, y dolor, mucho dolor –le confesó por enésima vez, cansada ya de lo mismo

–Sabrina, eso ya lo has dicho, pero...

–¡¡Pero nada!! No recuerdo nada y no quiero hacerlo, ¿es que no lo entiende? –Gritó, perdiendo la paciencia. En seguida, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Estaba histérica–.

»Usted no sabe lo doloroso que es tener que recordar cómo me ataron y me inyectaron esa horrible mezcla que me provocaba dolor, que hacía que mi cuerpo ardiese –el detective y la enfermera que se encontraba allí enmudecieron mientras ella bajaba la voz poco a poco–. Sentía como el alma se me iba del cuerpo. Oía mi corazón latir, mi sangre bombear. Por esos instantes, sentía cada parte de mi cuerpo y era tan doloroso –Sabrina se calló, le dolía decirlo pero se sentía bien, era como liberar una parte de una pesada carga–. Y luego... luego decían que "lo rechazaba" y me inyectaban más. Y con cada inyección el dolor incrementaba hasta llegar un punto que hasta abrir los ojos dolía.

Otro mundo [IE] ✔️Où les histoires vivent. Découvrez maintenant