Ksenya K - Cuando te conocí

3.7K 234 247
                                    

Te hablo. Sigo hablándote. Sigo escribiendo de nosotras. Sigo leyéndole a las estrellas, a la noche, a ti. Sigo haciéndolo, y hoy voy al inicio, a ese instante donde te volviste todo para mí.

Mi vida era el deporte. No había nada más, claro, además del sexo. Del placer de acompañar con orgasmos mis mañanas. De jugar con cuerpos que desechaba al instante porque ninguno estaba a la altura de unos sentimientos que ni siquiera sabía que tenía, y que sobre todo: nunca quise tener.

En medio del vacío de mi interior, me sentía bien. Tenis, negocios, tenis, negocios. Victorias. Personas intentando obtener algo de mí, y dejándolas en la nada porque simplemente no era accesible.  Con el mundo a mis pies,  empresas que lideraba y dos fundaciones que nadie excepto mi madre sabía que poseía. Allí te conocí.

Tú te convertiste en mi estrella. En todo lo que me hacía feliz y quise regalarte el mundo, pero no. No era necesario. En cambio, quise que quisieras vivir aunque no fuera conmigo. Quise que te vieras en el espejo y vieras a una reina, y no a alguien insuficiente. Quise que alcanzaras el cielo para que así, por fin te sintieras merecedora del amor de Julie.

No te amé de esa forma desde el inicio. Pero desde el inicio fuiste capaz de convertirme en alguien débil. Contigo simplemente no era yo. Mi frialdad se convertía en un volcán. El hielo no existía mientras tú estabas allí. Todo mi mundo empezó a girar en torno a la decisión de hacerte feliz, y lo más extraño fue que jamás había sido tan feliz como en esos momentos que compartí a tu lado.

Y ahora... te escribo a ti Sophia. Porque no importa si el maldito mundo dice que te fuiste. Te escribo para decirte que mis letras saturarán el mundo donde te encuentras, que llegarán a ti. Porque hay mucho que no pude decirte. Porque quiero que nuestra historia continúe. Pero sobre todo... quiero que sepas cómo te veías desde mis ojos, artista.

Todavía no sé cómo pasó. No sé en qué punto te quedaste a vivir en mi mente, y ahora que pareces lejana no consigo la fórmula para que dejes de doler. Me dejaste con un sueño cumplido, con dos pequeñas partes de ti que me recuerdan que exististe, que fuiste real, que no te soñé, que no fuiste un espejismo. Que me recuerdan que fuerza es capaz de combatir imposibles, que tú eres capaz de luchar con cualquier cosa y de retar a la muerte.

Te conocí mientras mirabas al abismo y me enamoré de esa vista, me enamoré de tu caos y me prometí devolverte tu trono. Porque eres y serás una maldita reina que perdió su corona y se sintió plebeya. Una a la que la voz de su cabeza le niega lo que se merece, pero yo, que sentía repulsión por casi todos los humanos, te conocí a ti y me prometí darte el maldito mundo Sophia. El problema es que todos dicen que te fuiste y sigo negándomelo. Sigo insistiendo en que no es imposible. Sigo rechazando la idea de que no volverás. Así que miro hacia atrás, a nuestros recuerdos, a los vaivenes de mi memoria para no olvidar todas las razones que me hicieron amarte. Porque te seguiría eligiendo, aunque una y otra vez tú me dejes claro que no me escoges a mí.

Todo empezó con una estúpida pregunta. ¿Por qué te preguntaba eso? ¿Por qué me preocupaba por una extraña? Ya allí había comprado tu cuadro. Era tarde y estabas en la cancha, sola. Llevabas horas allí.

—¿Por qué estás llorando? —fue una pregunta estúpida y en ese instante ni siquiera me importabas. 

Eras insignificante como todos, y quería aplastar tu dolor. Quería mirarte a los ojos y decirte que no eras nada más que la debilidad que respirabas y que nunca saldrías de allí.

Lástima que el destino tenía otros planes.

—Fui clara. Si la niña pierde, no volverás a pisar este centro de entrenamiento. Tú sellaste el trato, ¿ahora lloras de miedo? —volví a preguntarte mientras te secabas las lagrimas.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now