capitulo 1.

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20 de enero- 2010 /Norte de San Petersburgo- Rusia.

"me largo. No estoy dispuesto a seguir siendo su peón.
¿lo dices en serio?. Si te llegan a escuchar...
¿qué? ¿qué me harán?.
—sabes lo que serían capaces de hacerte.
eso no puede ser peor a seguir siendo su esclavo. Ya no lo tolero más. Me largo, y tu deberías hacer lo mismo.
no soy capaz...
si lo eres. Créeme. Has sido capaz de hacer miles de cosas en nombre de ella. Y por ésta vez. Sólo por ésta vez, has algo por ti.
acabarán conmigo.
acabarán con ambos si se los permitimos. Ven conmigo.
¿estás seguro de esto? ¿crees que podremos escapar de ella?.
jamás escaparemos de ella. Pero al menos podremos gozar de la libertad, aunque sea limitada."

ANTO.                                          05 de      marzo- 2017/ Valdivia- Chile.

—mierda me quedé dormida— me enderecé de golpe imaginando lo tarde que era, y aún más, lo tarde que llegaría esa mañana a mi primer día de clases.

—¡Antonella levántate!— ordenó mi mamá desde las escaleras.
— ¡ya voy! —salté de la cama y corrí al baño.
Me quite la ropa con una velocidad impresionante, y luego me metí en la regadera con la misma velocidad.
Me duché con agua fría ya que necesitaba despertar. Los ojos me pesaban. Era como si tuviese un kilo de cemento sobre los párpados.

Una vez que terminé de ducharme me sequé  con  rápides  el cabello y me vestí. No me miré al espejo ya que no tenía tiempo para hacerlo.
Bajé de una carrera el tramo de escaleras que daban a la planta baja. Casi en uno de los últimos peldaños mis pies se enredaron provocando una seguidilla de tropezones.
—camina bien carajo— me ordené.

—por favor no me digas que piensas ir así al colegio— dijo mi mamá una vez que me vio entrar a la cocina.
— ¿qué tiene?— le pregunté sentandome frente a ella en la pequeña mesa que ahí teníamos.
— nada — suspiró.
— bien —me encogi de hombros.

Le di una mordida al pan tostado con mantequilla que ella me había preparado— ¿y los insersos? -balbuceé .
— ¿qué?— preguntó con el ceño fruncido. No pude evitar reír. Tragué lo que tenía en la boca y volví a preguntar —¿los insectos?.
— ah, tu papá ya los fue a dejar al jardín.
— ¿en serio?
— si.
—y ni me despedí— me lamente. Mis hermanos pequeños eran unos verdaderos maestros del dramatismo. Les encantaba cobrar sentimientos por casi cualquier cosa. — de seguro deben estar enojados conmigo.
— si, lo más seguro es que te odien.
La miré molesta. Mi madre a veces. Bueno la mayor parte del tiempo, resultaba ser dolorosamente, no, más bien dicho jodidamente sincera, y totalmente pésima en entregar buenas vibras.
— que buena eres dando ánimos a tu propia hija.
— lo sé— se encogió de hombros.— y mejor apurate.
— si, si ya termino— dije con desdén, mientras me echaba una cucharada de cereal con leche a la boca.
— ¡pero ya!
— cuanto cariño— le solté sarcástica.
— si, si, si, ya sólo vete— respondió indiferente mientras hacia un gesto con la mano así como diciendo " sale perro".

Me paré de la mesa a regañadientes, tomé mi mochila, y saqué una manzana del frutero.
— ya me voy madre— le lancé.
— adiós hija, ¿y mi beso?—ensanche los ojos. No podía creer lo doble faceta que podía ser esa mujer.
— no te lo mereces— le lancé.—primero pídeme perdón.
— ya vete — dijo sonriendo. Rápidamente me acerqué a ella y bese su mejilla.
—¡nos vemos a la tarde!— dije saliendo de la cocina.

Llegué literalmente con la lengua afuera, y cinco minutos tarde al colegio.
Dejé mi bicicleta en el aparcamiento junto con las demás, y a paso ligero entré.
Gracias al cielo todos los alumnos aún estaban reunidos escuchando a la directora.

Recorrí con la vista todo el perímetro del gimnacio. Lugar donde generalmente se realizaban los actos.
Debía encontrar a mi curso antes de que un inspector me encontrase primero.

¡oh, ahí están! — dije, un poco  fuerte al parecer, ya que todos me quedaron mirando.
Me mordí la lengua, y a toda prisa fui hasta ellos.

— hasta que al fin llegas— susurró Daniela mientras me acomodaba delante de ella en la fila.
— hola— le susurré de vuelta.

Pasarían sus dos horas antes de que la  directora terminara su hermoso discurso.
Los pies literalmente me hablaban del dolor, mi mochila después de un rato terminó en el suelo. Y yo. Pues terminé parandome como un bendito garfio.

—¡NUEVAMENTE SEAN TODOS MUY BIENVENIDOS A ESTE NUEVO AÑO ESCOLAR. LES DESEO LO MEJOR A TODOS Y CADA UNO DE USTEDES!— nos deseo a través del micrófono—¡MUY BUENOS DIAS!  YA PUEDEN RETIRARSE A SUS SALAS DE CLASE.— finalizó  la directora Rojas tan animada que me pareció acto de los extraterrestres.

— ahora si ¡abrazo!— dije lanzandome a los brazos de daniela. Ya estábamos en nuestra sala de clases.
Durante todas las vacaciones de verano, no nos habíamos visto. Ella y su padre siempre se iban al norte, donde su familia y pues se nos hacía imposible estar juntas.
— te extrañé — sonrió. Nos apretamos más fuerte.— ¿porqué llegaste tan tarde?— preguntó.
— me quedé dormida.
— cuando no te quedas dormida — dijo una voz a mis espaldas. De inmediato sonreí al reconocerla.
Me giré lentamente con una sonrisa gigante surcando mi rostro.

Sebastián se encontraba de pie frente a la puerta de la sala. Con  las manos en los bolsillos, y una enorme sonrisa en el rostro.
— ¡oh Dios mío! — Chillé, y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba colgando de su cuello.
— hola bonita— dijo divertido.  Sus brazos me rodearon la cintura, y con un pequeño impulso me levantó del suelo
— hace siglos que no te veía— dije contra su cuello. Sebastián se echó a reír.
— sólo fueron dos meses.—corrigió.
Lo aparté rápidamente de mi.
— claro, dos meses en los que me dejaste totalmente olvidada — le escupi.
— ¡ey! Sabes que tuve que trabajar.
— pero nada te costaba mandar un puto mensaje— lo miré con el ceño fruncido.
— lo sé, y lo siento — dijo pasando una mano por su cabello castaño oscuro— ¿me perdonas?.
— dejame pensarlo — hice como si estuviese analizando la opción de perdonarlo— que sea la última vez o si no....— no alcancé a terminar de hablar cuando el ya me tenía apretada en otro fuerte abrazo.
—¡suéltame idiota que no respiro! — dije jadeando.
A veces Sebastián se tomaba tan en serio eso de hacerle sentir todo el afecto a la otra persona que era absolutamente capaz de dejar a tus pulmones sin una pizca de aire.
—quiero que sientas todo mi amor — rió.
Escuchamos que alguien carraspeo a nuestras espaldas. Nos apartamos rápidamente. al girarnos vimos a la directora Rojas que estaba de pie en la entrada, con las manos en posición de jarra sobre sus enormes caderas.
— pueden tomar asiento jóvenes.

Al parecer la mujer tenía una gran afición o quizás le encantaba tanto el sonido de su voz que, por esa razón jamás dejaba de hablar.

— y bueno por temas personales su nuevo profesor de matemáticas llegará más tarde de lo esperado— informó la señora rojas—  Así que esperenlo DENTRO de la sala de clases y en silencio. — y dicho eso dio media y salió a paso ligero de la sala.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now