capítulo 69.

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LUCAS.

Las semanas luego del cumpleaños de Antonella pasaron de forma mágica. Cada segundo en que mis ojos podían verla eran como si Dios me regalase la oportunidad de ver al más bello de sus ángeles. Y el saber que aquella chica oficialmente era mi novia hacia que mi pecho rebosara de alegría y orgullo.
Si bien para muchos un noviazgo era sólo algo más que debía existir en tu vida, para mi era mucho más que eso. Jamás había tenido algo tan increíble. Algo que yo pudiese presumir con orgullo y decir "por fin he conseguido algo bueno", sin la necesidad de destruirlo antes.

Cada minuto que pasabamos en el salón de clases era eterno. Cada instante en que no podía ir hasta ella y besarla, abrazarla, o tan siquiera decirle un "te quiero", se me hacía infinito. Pero al mismo tiempo gozaba ver que a ella le ocurría lo mismo, y en un intento de hacer de aquella situación algo divertido buscaba la forma de ponerla incómoda. Claro que una vez estando en casa no me salvaba de sus reprimendas. Qué por mencionar siempre, pero siempre, terminaban en besos. Sin duda era lo que más disfrutaba.

Así pasamos varias semanas. Provocandonos en clases, y besándonos en casa.

•••

Entre dormido oí el sonido de mi celular. Al principio creí que todo era parte del sueño que estaba teniendo. Pero luego de que el molesto ruido no cesó entendí que el ruido venía de afuera de mi cabeza.
Al abrir los ojos tuve que pestañear varias veces, ya que la luz que entraba por la ventana era demaciado fuerte.
Al tomar el celular ví la hora. Ya eran pasadas las once de la mañana . No me sorprendió ni me preocupé. Uno porque era domingo, y dos porque la noche anterior había salido con Antonella y habíamos llegado a las cinco de la madrugada.

Conteste el móvil luego de salir del trance. No alcanse a decir palabra cuando oí la voz exaltada de Ricky.

— ¡hasta que contestas, hombre!.
— ¿qué ocurre? — pregunté mientras bostezaba.
— ¿qué te ocurre a ti? — inquirió Ricky — habíamos quedamos de vernos hoy a las ocho en mi departamento y nunca llegaste.
— ¡mierda, lo olvidé!.
— no me digas...— bufó. — levanta el culo y ven ahora, o si no iré yo mismo a tu casa a patearte.
— de acuerdo. Me baño y voy.
— ¡ven así​ mismo!. No sería la primera vez que huelas a mierda de perro.— bromeo Ricky.
— bien.
Terminé la llamada. A los diez minutos después ya me encontraba sacando la motocicleta​ del garaje.

— ¡lucas! — oí que alguien me llamaba. Miré en dirección a la casa de Antonella que era de donde provenía la voz.
— Rebeca, buenos días — la saludé.
— buenos días — la mujer se veía igual como el día en que la conocí. Llevaba un sombrero, guantes y tijeras de jardinería en las manos.
— ¿antonella ya se despertó?.
— aún no. Sigue dormida como un tronco — sonreí ante la comparación.
— me disculpo por la hora en la que llegamos.
— tranquilo, no nos hizo escándalo. Sabíamos que estaba bien cuidada.
— se lo agradezco.
— de nada. Bueno no te molesto más — dijo Rebeca haciendo un gesto con la mano - veo que vas apurado.
— no, no se preocupe — me apresure a decir.
— vete, vete — dijo la mujer volviendo a prestarle atención a sus flores. Volví a sonreír al ver que ella y Antonella tenían varios gestos en común.
— hasta luego Rebeca — me despedí. Sin esperar respuesta puse en marcha la motocicleta y sali de allí.

Llegué al edificio donde vivía Ricky a eso de las once y media. Aparque la moto, y a toda prisa me encaminé hacia el departamento de mi amigo. Cómo era de esperarse el elevador seguía descompuesto, así que me tocó subir por las escaleras. De dos en dos subí el tramo hasta que llegué a su piso.
Toqué el timbre una vez que estuve frente a la puerta de su departamento, a los segundos Ricky me abrió.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now