Capítulo 78.

161 16 4
                                    

LUCAS.

Luego de haberme quedado sólo en mi cuarto no sabía qué hacer. Estaba en un trance o algo por el estilo. Mi cuerpo no reaccionaba y mi mente no trabajaba, no pensaba en nada. Simplenente, todo, absolutamente todo se había convertido en  oscuridad.

Había perdido todo, o así lo pensaba yo. Así lo sentía. Finalmente Rusia y mi pasado me habían alcanzado. Si alguna vez había creído que podía tener una vida normal, pues me había equivocado. Estúpidamente había estado creyendo en una fantasía.

Extrañamente, y a pesar de que antonella se había marchado, no sentí deseos de seguirla. Entendía todo lo que ella pudiese llegar a sentir. Si no era fácil para mí decirlo, menos sería sencillo para ella escucharlo y llegar a entenderlo. De alguna forma era consciente de ello. De esa situación y de lo que ocurriría. Desde que la había conocido y desde que yo era consciente de los sentimientos que tenía por ella, sabía que ese momento llegaría. Y de algúna u otra forma estaba preparado.

Me senté a los pies de mi cama. Esa noche se me haría eterna y no tenía ánimo para acostarme, sería una perdida de energía, ya que no conciliaría el sueño.
Saqué mi teléfono del bolsillo de mi pantalón, y sin prestar atención a la hora llamé a Ricky.
Esperé en la línea, tranquilo y silencioso, escuchando el sonido de marcado.  Luego de cuatro pitillos atendieron.

— ¿Aló? — respondió Ricky con voz adormilada.
— Ricky... Te... ¿te desperté?
— ¿Lucas? — lo oí incorporarse en la cama.
— lamento llamarte a esta hora.
— tranquilo me acosté recién ¿Qué ocurre?
— todo se fue a la mierda.
— ¿qué es todo? ¿Lucas? ¿Qué ocurrió?
— al parecer todo se acabó — una sonrisa sin fuerza se escapó de entre mis labios.
— ¿donde estás? — oí a Ricky moverse de forma agitada — si estás en tu casa esperame ahí. Voy para allá.
— de acuerdo.

Pasaron solo diez minutos hasta que oí a Ricky aparcar su auto afuera de mi casa. Bajé las escaleras y antes de que él tocara a la puerta abrí.
— ¿Qué mierda pasó? — preguntó espantado al ver mi cara.
— te lo explico adentro, pasa.
Mientras Ricky cerraba la fuera yo fui a la nevera por unas cervezas.
— ¿me acompañas? — le pregunté mostrándole una de las latas frías.
— claro hermano.

Nos sentamos en el sofá, y le pasé una de las cervezas. Ambos las abrimos en silencio, y luego de darle un sorbo comencé a hablar.
— le conté todo a Antonella.
— ¿qué? — preguntó al tiempo que limpiaba la cerveza que había corrido por su mentón. — ¿todo?
— si. Le conté de Natacha, de Rusia, de las filas, los voyska y las misiones.
— mierda, hermano. — Ricky pasó una mano por su cabello rubio — ¿por qué hiciste eso?
— ella insistió. Dijo que quería saber quién era yo y no quería más mentiras — miré la lata de cerveza — por una parte creo que eso fue lo mejor. Desde un tiempo hasta la fecha he estado teniendo pesadillas.
— así que al fin volvieron, ¿eh? — comentó, sin una pisca de impresión.
Lo miré confundido. Él notó la confusión en mi rostro — lo digo porque yo las tengo desde hace un año más o menos — dijo rápidamente.
— es gracioso ver como todo el esfuerzo que hemos puesto  estos años no nos sirvió de nada.
— no digas eso viejo. Piensa — palmeo mi espalda — en estos momentos no estaríamos aquí sentados, tomándonos una cerveza, sintiéndonos miserables porque nos han roto el corazón y nos ha ido como la mierda en el amor. — le dió otro sorbo a la cerveza — seguramente a esta hora estaríamos tirados en algún lugar de este puto mundo, con hambre, sueño, frío o calor, rezandole al de arriba que no nos lleve el pálido. O siendo más realistas aún, podríamos estar en este momento pudriendonos en esa asquerosa fosa. No siempre las cosas serán como nosotros las soñamos, Lucas.
— tienes razón — tomé un largo y amargo trago de cerveza, sintiéndome ridículo por todo lo que estaba diciendo — me siento patético.
— ¿patético? — inquirió soltando un pequeño gruñido de desaprobación — patéticos aquellos que jamás llegan a sentir lo que es el amor o el cariño.
— no lo sé... Te hago venir hasta aquí solo para quejarme contigo de lo idiota que soy.
— ¡Ay vamos! — exclamó — yo ya sabia que eras un idiota — dijo bromeando — mejor dime ¿que te hizo contarle todo a ella?
— no estoy seguro — confesé — sentí que no estaba haciendo las cosas bien. No quería seguir mintiendo, es agotador. Todas esas veces que tuve que mentirle me sentí mal, sentía que cada palabra que salía de mi boca era basura. Que yo era una basura... — dejé la lata de cerveza sobre la mesa de centro, y inhalando profundo recosté mi espalda en el sofá — yo me enamoré de ella. De todo lo que era, de cada parte de su ser, ¿y yo que le entregué? Una farsa.
— ¿qué dices? — inquirióRicky — tú no eres una farsa.
— le hice creer que era otra persona, Ricky. Eso me convierte en un farsante.
— no. Le dijiste lo que ella necesitaba saber. Lo que ella quería escuchar. Antonella no necesitaba saber el pasado de mierda que cargabas. No en ese entonces, y de hecho dudo que ahora fuese necesario que lo supiera.
— ¿cuánto tiempo más pensabas que estaría cargando con esto? — me incorporé mirándolo de forma inquisitiva.
— yo cargo con eso también, y no ando por la vida lamentandolo.
— es diferente.
— ¿en qué? ¿En qué es diferente?
— la gente que te rodea te acepta así, con todo.
— ¿la gente que me rodea? — repitió al tiempo que soltaba una carcajada.— tu sabes donde trabajo y con quién lo hago. A ellos no les importa porque vienen de la mierda igual que yo. La única persona sana que hay en mi vida es daniela. Y créeme, ella casi me mandó a la mierda al enterarse de todo.
— ahora que lo mencionas, también me resulta innecesario que ella lo sepa.
— ella nos ha ayudado mucho. Mejor dicho, te ha ayudado mucho — aclaró.
— tienes razón...— ambos nos quedamos en silencio. Necesitábamos pensar. Habíamos estado dando vueltas en el mismo lugar todo ese tiempo.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now