capítulo 75.

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LUCAS.

Era casi imposible deshacer el nudo que tenía en mi garganta. Sus palabras se calaban tan profundo en mi que me provocaban unas enormes ganas de llorar.
El sentir su apoyo y su compresión era lo que realmente necesitaba. Su cuerpo pegado al mío en un cálido abrazo era lo que había esperado desde la noche anterior. Ella era lo único que necesitaba para estar bien. Para sentir esa tranquilidad que la mayor parte del tiempo me hacía falta. Nada más necesitaba.

No me costó mucho conciliar el sueño. Su aroma y sus brazos fueron como un calmante para la preocupación que estaba sintiendo.
El estar recostado con la cabeza sobre su pecho me permitió escuchar la mejor canción de cuna que pudiese existir. Los latidos de su corazón eran la melodía más hermosa y tranquilizadora que había oído en toda mi vida.

Sin darme cuenta caí en un sueño profundo. En esa clase de sueños en los que te es casi imposible distinguir lo falso de la realidad. Donde vas sintiendo prácticamente a carne propia lo que va ocurriendo. El temor, la alegría, la ira, etc.

Lucas...

Entre dormido oí una voz llamándome. Me estremecí al sentirla tan familiar. Podía sentir la dulzura en sus palabras, la ternura con la que pronunciaba mi nombre.

Lucas volvieron a llamarme.
Corrí hacia el lugar donde provenía la voz.
Mi madre estaba sentada en el patio de nuestra casa sosteniendo entre sus manos un pequeño objeto. Al verme una cálida y hermosa sonrisa se posó en su rostro.
¡mami! — grité abalanzandome a sus brazos.
¿donde te habías metido pequeño diablillo? — preguntó besando mi mejilla
estaba por ahí, jugando — respondí sacudiendo el polvo de mis manos y rodillas.
mira lo que te traje — mamá sacó de entre su bolso una pequeña pelota de color rojo. Mi emoción fue tal que apenas la tuve en mis manos me puse a jugar con ella.
Corrí por todo el patio, lanzando la pelota y revolcándome para recogerla. A ratos miraba a mi mamá, quién sentada en el pórtico de la casa observaba como yo me divertía con el regalo que ella me había dado. Una enorme sonrisa surcaba su rostro, sus redondos ojos brillaban como pequeñas perlas.

Me moví en la cama con inquietud, con una sensación extraña invadiendo mi pecho. Podía sentir aquel sueño más real de lo común. Una pequeña punzada en el pecho hizo que el bello sueño que estaba teniendo cambiase rotundamente de panorama.

Volví a mirar a mi madre. La expresión de su rostro había cambiado. La inquietud y tristeza se habían apoderado de la bella sonrisa que minutos antes surcó su rostro. Se veía preocupada. El brillo en sus ojos se había intensificado producto de pequeñas perlas de agua que empañaban su visión. Dejé caer la pelota y corrí a verla.

mami ¿qué pasa? — le pregunté angustiado.
nada, mi amor. Sólo me pone muy feliz verte jugar.
Sus brazos me rodearon con fuerza y su rostro se escondió en mi pequeño cuello. Sin entender cómo ni por qué sentí ese abrazo como el último, como si después de ese no hubiesen más.

Oí a mi madre llorar con tal angustia que le era casi imposible respirar. Tratando de consolarla puse mi mano en su cabeza y con suavidad acaricié su cabello.

Lucas...— dijo sollozando.
Apartó un poco su cuerpo del mío tratando así mirarme a los ojos. Las lágrimas caían por sus mejillas. Acerqué mi mano a su rostro y sequé la perla de agua tibia que corría por su mentón.

— no llores, mami — dije, intentando así consolarla.
— hijo, pase lo que pase hoy...— respiró profundo — no olvides jamás que te amo.
No tuve tiempo para responder. Un estruendo me hizo aferrarme aterrado al cuerpo de mi madre. Pedazos de madera volaron en todas direcciones. Una enorme camioneta de color negro hizo estallar el portón de madera que separaba el patio de la calle.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now