capítulo 64.

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ANTO.

La fiesta comenzó a eso de las siete de la tarde y mis familiares ya habían llegado.
Durante la comida, y gran parte del festejo tuve que fingir la mejor sonrisa posible. Tanto que se me acalambro la boca.
Mis primos José y Pedro desde el minuto en que llegaron y vieron a Daniela se le fueron encima como un par de moscas. Le lanzaban indirectas, piropos baratos, y miradas cargadas de deseo. Eso había causado el desprecio de Daniela hacia ellos. Desde el segundo en que se los había presentado estos se habían comportado de ese modo con ella. La hostigaron a tal punto que la pobre chica terminó detestandolos profundamente.
Por otro lado estaba la pesada de mi prima Rocío, una chica presumida, engreida, cahuinera, que se juraba la última chupada del mate.
Ambas teníamos la misma edad, pero ella siempre se había comportado como alguien mayor, mirándome como si yo fuese inferior a ella. Y bueno, aún lo hacía. No importaba los años que pasaran, ni cuán cambiada estuviera yo, ella siempre trataba de ir un paso adelante mío.
A mi a veces me daba pena verla, y aún más oírla. Resultaba patético su intento de ser la mejor.
Su círculo de amigos era tan exclusivo que sólo eran ella y otra chica más, igual de tonta y presumida. Entre las dos solían molestarme por mi tardío desarrollo físico.
Incluso en la actualidad Rocío suele burlarse de mi diciéndome que mi desarrollo se detuvo el mismo día que mi periodo llegó.
Claro, no la tomo en cuenta, ya que conozco de sobra la falta de tornillos que tiene la pobre. Es como si hubiese llegado tarde a la repartición de cerebros, y Dios, como ser bondadoso y piadoso, compensó aquella grave carencia con un cuerpo dotado de unos enormes pechos que en ella aparecieron a los once años, un culo que pareciera que te aplastaria con tan sólo mirarlo, y una cara de la cual presume el exceso de maquillaje que suele embarrarse encima.
Con tan sólo mirarla a ella doy gracias a Dios por mi cuerpo. Si tener unos pechos grandes al igual que un culo enorme, significa verse inchada e incomodamente apretada prefiero quedarme así. Con mis pechos del tamaño preciso para darle a entender a las personas que están allí, y un tracero con la proporción justa para rellenar el pantalón.

- ¿en qué piensas tanto? - la voz de Sebastián me hizo dar un brinco y tirar al suelo un poco de la bebida que tenía en mi vaso.
- pensaba en cuán odiosos son mis primos - dije quitando las pequeñas gotas dulces y gaseosas que habían quedado sobre mi pantalón.
- ¡son insoportables! - exclamó por lo bajo. Solté una carcajada al escucharlo y lo miré.
- ¿y si nos escapamos?.
- es tú propia fiesta, Anto. No puedes escapar.
- no podré seguir sonriendo.
- no lo hagas y ya. - dijo seba encogiendose de hombros.
- ¿y dani?.
- no lo sé. Desaparecio de un repente.
- ¿se estará escondiendo de mis primos?.
- quizá...
Recorrí con la vista todo el patio. Daniela no daba señales de vida por ningún lado.
Dejé el vaso con bebida a un lado del asiento y me paré.

- iré a verla dentro de la casa, quizá esté ahí.
- ¿te acompaño?.
- bueno.

Fuimos al interior de la casa. Daniela no estaba por ningún lado. Extrañados subimos al segundo piso, pensado que podía estar escondida en mi habitación, pero para nuestra sorpresa tampoco se encontraba allí. Preocupada decidí llamarla.

- ¿Aló? - dijo al tercer pitazo.
- ¿Daniela, donde estás?.
- este...
- ¿y bien? - inqueri.
- ¿puedes verme en el paradero de autobuses de la esquina?.
- ¿para qué quieres que te vea allí?.
- no preguntes, sólo ven.
- de acuerdo... Pero si es para una tontería estás m...
- ¡perfecto!. Te veo en cinco.

Sin decir una sola palabra más colgó el móvil. Observé el aparato con el ceño aún más fruncido.
El comportamiento de Daniela era muy extraño y misterioso. Tanto que me descolocaba. Ella no era de comportarse de ese modo, y creía que la razón de su comportamiento se debía al hostigamiento insesante de mis primos.

- ¿qué te dijo?. - Sebastián me hizo salir de mis ensimismamientos.
- quiere que la vea en el paradero de la esquina.
- ¿para qué?.
- no lo sé.
- ¿sabes? Desde la llamada que recibió por la tarde está muy rara.
- lo sé.
- ¿irás?.
- claro. Quiero ver qué es lo que quiere.
- ¿te acompaño?.
- no es necesario.
- ¿segura?.
- bien, vamos.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon