capítulo 26

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ANTO.

Desperté con un dolor de cabeza horrible. Mi garganta estaba seca, y un aroma invadía mis fosas nasales. Curiosamente la almohada donde mi cara estaba enterrada tenía un olor muy familiar.
Innale con fuerza, tratando de reconocer aquel aroma. Sabía que me era familiar. Levante lentamente la cabeza, y poco a poco abrí los ojos. Me gire al no reconocer el color de esa habitación.

-¿dónde demonios estoy?- mire a todos lados. Me senté de golpe en la cama al escuchar una tos provenir del pasillo.
Salí de la cama a tropezones. Mire la ropa que llevaba puesta. Una polera dos o tres tallas más grande que yo, y un pantalón de pijama igual de grande. Tuve que tomarlo de ambos lados para no arrastrarlo y enredarme en el.
Abrí la puerta del dormitorio y mire hacia afuera. Fue ahí donde reconocí el lugar. Ya había caminado por ese pasillo en más de alguna ocasión.
Ahora una nueva duda invadió mi cabeza. ¿qué hacia yo en la casa de Miller, y con su ropa?.
Camine silenciosamente por el pequeño pasillo.
-oh, ya despertaste- su voz me sobresalto. Me gire hacia su habitación. Miller tenía una toalla enrollada en la cintura, su pecho y abdomen iban desnudos, y su cabello caía mojado sobre su frente. Me sonreia de soslayo.
-creí que no despertarias nunca- camino hacia la puerta, y apoyo uno de sus brazos en ella. Dios, era como estar viendo a un ángel. Negué con la cabeza. El no era eso.
-¿qué hago aquí?- le pregunté cortante.
-yo te traje- fruncio el ceño.
-¿por qué?
-¿no lo recuerdas?
-¿recordar qué?- enarque las cejas. Lo único que recordaba era a Daniela y a mi en el club, sentadas en la barra.
-¿no recuerdas nada de lo que paso anoche?- se acercó más a mi. Di un paso hacia atrás.
-claro que no, sólo recuerdo que Daniela y yo estábamos bebiendo un trago en ese club.
-ya veo- toda expresión de su rostro desapareció.
-¿qué pasó? ¿por qué estoy aquí?- Miller dio media vuelta, y comenzó a moverse por su habitación buscando ropa.
-yo te traje- comenzó- ayer por la noche fui a ese club con un amigo, y me encontré con Daniela en la barra, haciendo un escándalo de aquellos. Cuando me vio me dijo que no te podía encontrar por ningún lado. Estaba tan alterada que le pedi a mi amigo que se la llevará de ahí, mientras yo iba a buscarte.
Te encontré a fuera del club en un callejón, vomitando como loca, estabas totalmente borracha. No podía dejarte ahí, así que te traje hasta mi casa.
-¿de verdad eso fue lo que pasó?- aún no me convencía del todo, una imagen distorsionada buscaba salir de un rincón de mi mente.
Por otro lado no era posible que yo me enborrachara tanto.
-claro- me miro- sólo fue eso. No quise dejarte en tu casa, por que aparte de que estarías sola, estabas totalmente borracha. Por eso te traje aquí.
-ya veo- analice por un momento sus palabras. Luego mire mi ropa- ¿y qué hay de esto?- le señalé lo que llevaba puesto.
-yo te preste esa ropa para que te cambiaras.
-¿me la cambie yo?- Miller fruncio el ceño.
-claro, ¿quién más lo iba hacer?
-vale.- di media vuelta y volví al dormitorio donde había dormido.
De cierta manera sus palabras me ofendieron.

LUCAS.

Me sentí como el verdadero culo. Antonella no recordaba nada de la noche anterior. Eso en parte era bueno, ya que no tendría esa imagen del callejón dando vueltas por su cabeza, atormentandola. Tampoco recordaba esa actitud y faceta prepotente de mierda que tuve. Pero ¡con un demonio! No recordaba el beso que nos dimos; y mucho menos recordaba lo que le dije.
Me senté en la cama, con ambas manos cubriendo mi rostro. Tendría que atormentarme sólo con ese recuerdo, con sus labios, y con el momento exacto en el que ella me lo correspondió. Dios, ese momento me devolvió la vida. Ese simple gesto de cerrar los ojos al besarme, me hizo creer que yo le podía gustar aún que fuese un poco. Pero ahora, ella no recordaba nada de eso. Y yo
no se lo diría, no le diría nada. Quizá era mejor que ella no lo recordara, ni lo supiera. Quizá así le evitaría sufrir más por mi culpa.

Me vestí con la pereza más grande. Todo mi buen humor se había ido a la mierda.
Baje las escaleras hasta el sótano. Tomé la ropa de antonella que había echado a lavar en la noche, la cual ya estaba seca. Subí con ella en mis manos.
Toque a la puerta.
-antonella, te traje tu ropa.- escuche sus pasos del otro lado. Abrió un poco la puerta y sacó la mano. Se la mire por un momento. Un nudo se plantó en mi garganta. Cerré los ojos y se la pase.
-gracias- murmuró.
-bien.- me fui sin decir nada más. Me dolió el hecho de que ni se tomó la molestia de mirarme a la cara.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now