capítulo 68.

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ANTO.

Al ver el rostro furioso de mi papá  sentí aquel impulso instintivo de tomar a Miller y salir corriendo de la casa.
Su rostro estaba de una forma en la que muy pocas veces había visto. Sus ojos echaban llamas y sus fosas nazales se inflaban como si un toro hubiese poseído su cuerpo.

—¡TÚ! — dijo de forma abrupta, apuntando a Lucas con el dedo. — ven conmigo.
— papá, yo puedo explicarlo—me apresure a él y tomé su mano.
— tú ve con el resto de la familia, que ya bastante tiempo te has ausentado.
— pero papá, yo puedo...
— ve ahora.
No seguí insistiendo más. Cuando Carl Vázquez se molestaba no había fuerza existente que lo calmara. Y si yo era un poco más lista haría lo que él me ordenaba sin chistar.

Le di un vistazo rápido a Lucas. Él, como siempre, me sonrió dulcemente, esperando así, que yo me fuese más tranquila. Lo que él desconoce es que yo ya me sé esa técnica. Desde que nos conocimos él siempre ha hecho eso. Aunque el momento fuese una completa mierda, y que estuviésemos con ella hasta el cuello él siempre mostrando su mejor sonrisa.
Nunca me calmo, pero finjo hacerlo, ya que eso lo mantendrá más tranquilo a él.
Le sonreí de vuelta y salí de ahí.

En el patio trasero las cosas seguían igual a como había quedado minutos antes de irme. La música, mis primos, tíos, y hermanos seguían allí. Pero los que no estaban eran Daniela y Sebastián.
Me extrañó no verlos. Quizá se habían marchado. Quizá mis padres los regañaron por permitir que me fuera, o quizá los estúpidos de mis primos los aburrieron tanto que mejor desidieron marcharse. 

Recorrí parte del patio trasero, buscándolos. para mi sorpresa no estaban por ninguna parte. Me acerqué a mis hermanos pequeños que estaban sentados cerca del pastel, esperando el momento preciso en que nadie los estuviese mirando para atacar.

— Tomás ¿ has visto a Daniela y Sebastián?.— los pequeños al oir mi voz dieron un brinco de la impresión.
— anto, que susto me diste —dijo el pequeño llevándose una mano al pecho, exagerando su comentario.
— lo siento tomi. Pero por si acaso ¿no has visto a los chicos?.
— no, hace un rato entraron a la casa y no volvieron a salir.
— qué extraño. No los ví.
Rasqué mi cabeza, como si la duda fuese un pequeño bichito picandome en el cuero cabelludo.

Pasaron cerca de veinte minutos, en los que estuve sentada en el patio junto a mis hermanos, observando a los odiosos y poco listos de mis primos. Tanto los gemelos como yo nos cubríamos el rostro, bufabamos al ver el tipo de familiares que teníamos.

Rocío, quién estaba al otro lado del patio me miraba con las cejas alzadas y los labios fruncidos. Su expresión era como ver a un niño haciendo una mueca luego de haber chupado un limón. La pobre criatura no sabía que en vez de molestarme o intimidarme, lo único que causaba en mi era una pena tremenda. Cada vez que nos veíamos su existencia se basaba en joder la mía.

Le di un sorbo al vaso de bebida que estaba bebiendo Mateo, sin apartar ni por un segundo la vista de Rocío. Quería que la muy bufona se diera cuenta que a mi ya no me intimidaba más.
Estaba tan concentrada en mi prima que ni cuenta me di de la presencia de mi madre, quién había irrumpido de forma abrupta en el patio.

— ¡Antonella, ven! — gritó la mujer, mientras se acercaba a mi.
Tragué con torpeza la bebida que tenía en la boca, ocasionando que me bajara en bolita. Llevé una mano a mi garganta al sentir el dolor — ¿qué ocurre? — la mire con el ceño fruncido.
— ¡es tu papá! — exclamó — está como loco discutiendo con Lucas, ¡lo tiene del cuello!.

Al oír eso me puse inmediatamente de pie.
— ¿donde están ahora? — le pregunté a mamá.
— en la sala — respondió.

Sin esperar nada más, me dirigí hacia el interior de la casa.
Al entrar no ví nada. Todas las luces se encontraban apagadas. Escuché murmullos y pasos.
— ¿qué ocurre? ¿mamá?.— la puerta atrás de mi se cerró, al tiempo que una vela, sobre un pastel se encendía.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now