capítulo 47.

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LUCAS.

- fue mi madre quien me hizo esto - levante la muñeca - ella me marcó. Ella fue quien con fierros calientes marcó mi piel. - dije cada palabra conteniendo la ira que buscaba escapar entre ellas.
- ¿qué dices? ¿por qué tu madre te haría algo como eso? - Antonella alternaba la vista entre mi muñeca y yo. Sus ojos despedían real espanto. Yo realmente no pretendía decirle eso, pero deseaba liberarme. Verdaderamente deseaba quitarme unos gramos siquiera de la pesada carga que tenia sobre mis hombros. Además, ella tarde o temprano terminaría viendo esa horrible marca.
Entré en una especie de pánico al ver la expresión de su rostro. Sabía que ya no podría retractarme. Pero también sabía que no podía continuar contándole más cosas sobre Natacha. Al menos no cosas reales.
Obligue a mi mente a trabajar en tiempo récord. Debía inventar una historia para esa marca, una que ella pudiera creer por completo.
- Lucas ¿por qué ella te hizo eso?.
- te lo diré. Pero no ahora. - le dije.
- pero...
- terminemos de limpiar todo ¿ de acuerdo?. Te prometo que luego te contaré.
- está bien.
Respire aliviado ya que tendría unos minutos más para pensar en una historia que contarle.
Lave el resto de loza con más lentitud que antes, mientras que Antonella los secaba en dos segundos. Una vez que terminamos seque mis manos, y dejándome guiar por ella fuimos hasta el living. Nos sentamos en el sofá más grande. La mirada inquisitiva de ella me obligaba a comenzar a hablar.
Me aclaré la garganta, y tomando una postura firme la miré.

- Natacha Miller. Ese es el nombre de la mujer que me crió. Mi madre o madrastra, como quieras llamarle. - me encogi de hombros - ella adoptó el apellido de mi padre una vez que se casaron - mentí - yo tenía cinco años cuando ella llegó a nuestras vidas. Recuerdo que en un principio se portó como toda una buena mujer. Qué mal podría hacerle a un crío de tan sólo cinco años. Mi padre la adoraba, incluso más que a mi. Estaba cegado con su belleza y clase. Recuerdo que ella era el centro de su universo. No te diré que fui desplazado poco a poco porque te estaría mintiendo. Mi padre, en el segundo en que Natacha le prestó el más mínimo de atención, se olvidó de mi.
Pasaron dos años y yo ya no importaba. Mi padre, impulsado por esa mujer, se sumergió en el asqueroso mundo del juego y el alcohol. Mientras que ella gozaba de la buena vida y fortuna que, a lo largo de décadas, los Miller habían reunido. Natacha sólo necesito un par de años para armarse de todo el dinero.
Guiada por el poder y la avaricia comenzó a despilfarrar cada peso en lo que se le ocurría. Hacia fiestas cada noche. Compraba cada chucheria que se le venía a la cabeza, y compraba cada hombre con el que se le antojaba pasar una noche.

- ¿y tu padre jamás hizo nada?.
- él jamás supo de eso. Natacha me obligaba a emborrachar a mi padre hasta que el perdiera totalmente la conciencia. Y luego me ordenaba vigilarlo mientras que ella se iba al dormitorio con aquellos hombres.
Todas las noches era la misma historia. Hasta que en una de ellas mi padre recobró la conciencia y quiso ir a su dormitorio. Tuve que correr como nunca y advertirle a Natacha.
Al día siguiente la mujer me golpeó tan duro por el simple hecho de no haber emborrachado a mi padre lo suficiente.
Luego de eso comenzó a ir con los hombres a moteles, ya que le resultaba más seguro. Claro que eso no significaba que yo quedaba libre. Debía memorizar a la perfección el número del motel y el de la habitación en la que se hospedaba. Era muy difícil para mi, ya que cada semana cambiaba de lugar.
Una de aquellas tantas noches mi padre llegó a casa exaltado y preguntando por Natacha. Me gritó tantas veces queriendo saber su paradero hasta que una de las empleadas le dijo donde se encontraba. Como era de esperarse me golpeó por tapadero. Endemoniado salió de casa con dirección a ese motel, que por decirlo, no quedaba tan lejos.
Luego de espabilar y secarme los mocos corrí hacia el teléfono, forcejeé tanto con mi mente para poder recordar el número del motel que al final logre acordarme. Marqué los números lo más rápido que pude. Pero el problema vino luego. Después de discutir por unos minutos con la persona al otro lado de la línea no pude dar con el número de habitación. No podía dar el nombre de Natacha ya que ella se hospedaba bajo un seudónimo. Eso me hizo llorar a mares. Sabía que ese simple error ella me lo cobraría muy caro. - inspeccione los ojos de Antonella buscando algún atisbo o algún gesto que me dijera que no se tragaba ni una sola palabra de mi historia. Al no ver ninguno prosegui - fue así como terminé con esta marca. Natacha, luego de discutir con mi padre por dos días, de ser golpeada y luego de convencerlo de que ella no había hecho nada, y que todo era mentira, se descargó conmigo. Me llevó hasta la cocina. Allí puso a calentar un timbre metálico que había mandado a hacer, en el que se garabateaban los números y letra de la habitación en la que se había hospedado aquella noche. Una vez que el metal estuvo rojo y humeante me lo dejó caer sobre la muñeca. Recuerdo que el sonido que produjo fue como hechar un pedazo de carne mojada a una sartén con aceite caliente. Grité como jamás lo había hecho. Mi piel chisporroteaba como si fuese un chicharrón, y se levantaba por los costados del metal... - trague saliva al recordar eso. Verdaderamente me habían marcado de aquella forma, no en esas circunstancias, pero si había sentido todo ese dolor - estaba tan caliente que aquel timbre quedó con parte de mi pellejo - hice una mueca - Fue así como terminé con esta marca. Me dijo que con ella jamás olvidaría la maldita habitación en la que se había encamado con un extraño aquella noche.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now