capítulo 51.

929 108 23
                                    

LUCAS.

- ¿estás segura?.
- claro, soy su mejor amiga.
- ¿qué me recomiendas hacer?.
- sorprenderla.
- ¿pero cómo?.
- eso debes verlo tú. Yo cumplo con avisarte.
- pero, Daniela.
- ¡nos vemos en clase profe! - Daniela subió las escaleras de una carrera. Había pasado a dirección únicamente para decirme que el cumpleaños de Antonella era dentro de tres días.

Volví a la sala de profesores pensando en qué hacer.
Nunca había dado algún regalo o hecho algo especial para el cumpleaños de alguna persona. Es más, son realmente pocas las veces que he dicho feliz cumpleaños, y todas han ido dirigidas a Ricky.
Siempre fuimos él y yo. De hecho sólo nosotros nos acordabamos de aquellas fechas "especiales".
Ricky jamás tuvo una fiesta, y las que tuve yo fueron un fracaso.
El último cumpleaños que me celebraron fue cuando cumplí siete. En el festejo hubieron más adultos que niños. Todos bebiendo, jugando, y uno que otro agarrándose a trompadas.
Finalmente, la única persona que me cantó el feliz cumpleaños, aquella tarde, fue Ricky.
Al día siguiente Natacha me dio su obsequio atrasado, el cual hasta el día de hoy llevo tatuado en la piel. 425-C. Aquellos números y aquella letra que marcaron un antes y después en mi vida.

- ¿qué piensas tanto? - la mano de Rodrigo golpeó mi hombro. Lo miré rápidamente, sorprendido.
- sólo...Me acordaba de algunas cosas.
- por tu cara puedo deducir que no son buenos recuerdos.
- no en su totalidad.
- deja de pensar en eso hombre. Todo aquello ya está en el pasado. Vive el ahora; que en nuestro caso eso es un regalo.
- ¿cómo le haces para no atormentarte con los recuerdos? - inqueri.
- me repito cada día que esa horrible mujer ya está muerta, y de seguro se está pudriendo en el infierno.
- para mi eso no es suficiente.
- pero es algo.
- me hubiese encantado matarla yo mismo - confesé sin darme cuenta.
- lo sé. Pero eras sólo un crío.
- uno bastante cobarde.
- ¿cobarde? Por favor.
- no debí pedirle a ese hombre que hiciera lo que tendría que haber hecho yo.
- y ¿a quién se lo pediste?.
- a Jackson.
- ¡Jesucristo! - exclamó - ¿de verdad le pediste a ese mequetrefe que matara a Natacha?.
- si - bufé - ¿le conoces?.
- claro que lo conozco. Él era uno de los Voyska de mi grupo.
- ¿de verdad? - lo miré confundido.
- si. ¿no lo sabías?.
- no.
- bueno, quizá eso se deba a que luego de un par de años fue ascendido de puesto, casi por arte de magia.
- quizá de qué se valió.
- no lo sé. Sólo puedo decirte que ese sujeto es otro ser asqueroso que merecía 1morir.
- lo sé.
- pero bueno. No hablemos más de esa mierda.- Rodrigo palmeo mi brazo. - mejor cuéntame ¿cómo va el favor que me pediste?.
- bien, supongo. - me encogi de hombros - ayer por la tarde me llamó Orlov y dijo que todo iba muy bien.
- ¿se creyeron lo del psicoterapeuta?.
- según él, si.
- perfecto.
- ¿tú crees que funcione?.
- claro hombre. Mi amigo es un experto del engaño.
- ¿no crees que su asento pueda confundir a Antonella?.
- no lo creo. Una de las cosas que mejor puede hacer un hombre como nosotros es fingir. Tú bien sabes que la primera lección que te dan los Voyska es camuflar el asento. Es más, lo estamos haciendo ahora mismo.
- tienes razón. A veces se me olvida que ya no somos sólo Ricky y yo los que huimos de allí.
- si. Así que descuida. Antonella ni notará que un ruso loco la está tratando.- bromeó.
- ruso loco ¿eh? - sonreí fugazmente - suena gracioso cómo los años te provocan cambios de orígenes.
- si lo dices por Orlov te informo que él sí es un maldito ruso. Pero si lo dices por nosotros, pues, el tema de ser llevados desde tan pequeños a ese lugar terminan influyendo en tu cabeza.
- yo ya ni sé de donde vengo.
- ¿no recuerdas nada?.
- a veces se me vienen vagos recuerdos a la cabeza.
- ¿y qué recuerdas?.
- siempre es el mismo día.
- ¿cuál?.
- cuando me apartaron de mi madre.
- y a ella...- Rodrigo hizo una pausa - ¿la recuerdas?.
- no. Sólo recuerdo sus manos aferrandose a mi ropa. Sus gritos y súplicas. - tragué saliva.
- ¿no recuerdas cómo era?.
- no. Pero quiero pensar que era la mujer más hermosa y buena del mundo.
- de seguro lo era.
- ¿y tú? ¿recuerdas de donde vienes?.
- si - sonrió de soslayo - De México.
- ¿de verdad? - alce ambas cejas.
- por supuesto. Vengo de Michoacán.
- jamás me lo hubiese imaginado.
- lo sé - soltó una carcajada.
- ¿cómo fue que te llevaron de allí? - pregunté al tiempo que la campana que avisaba el cambio de hora sonó.
- pues, esa será una historia que te contaré en otro momento. Ahora debo subir a dar clases.
- de acuerdo.
- ¿ tú no subes?.
- no tengo clases hasta el próximo bloque.
- que suerte - Rodrigo tomó su bolso y caminó hacia la puerta.- ya no dejes que tu mente se quede clavada en el pasado. Hoy eres Lucas Miller, un simple profesor de matemáticas. No hay más nada que saber de ti.
- gracias Rodrigo.
- de nada colega. Nos vemos luego.
- nos vemos.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora