capítulo 65.

827 90 65
                                    

ANTO.

La figura de mis amigos se fue volviendo más pequeña a medida que la camioneta avanzó. El corazón ya no latía sólo en mi pecho, lo sentía en la garganta y casi a punto de llegar a mi cabeza. Tenía miedo por lo que fuera a ocurrir, pero a la vez estaba ansiosa por saber qué pasaría.

Dejé de mirar hacia atras y me acomode en el asiento. Observé todo a mi alrededor. Las luces del techo, el piso, los asientos. Las ventanas. Y observé mi reflejo en la ventana frente a mi. En un impulso toqué aquel vidrio negro y le hablé al conductor.

- disculpe, pero ¿me puede decir a donde vamos? - hablé con timidez y temor. Pasarian un par de minutos antes de que él me respondiera. O quizá sólo fueron segundos pero el nerviosismo hacía que mi noción del tiempo fuese eterna.

- no estoy autorizado para responderle eso. - respondió de forma mecánica el hombre.
Me dejé caer hacia atras desconcertada por lo familiar que había sentido su voz. Era una sensación extraña. Mi lado alerta me decía que era un extraño, pero mis recuerdos me decían que aquella voz ya la había oído antes.

- ¿quién es usted? - quise saber.
- señorita Vásquez - senti mi corazón dar un vuelco brusco en mi pecho. Se me erizó hasta el ultimo bello del cuerpo al escucharlo llamarme asi- no puedo responder eso.
- ¿co- cómo sabe mi nombre? - tartamudee. Él ya no me respondió. Encendió la radio de la camioneta y le subió el volumen a la música.

Apoyé la espalda contra el asiento, y con la garganta seca observé las calles pasar frente a la ventana.
La tarde ya había caído sobre la ciudad, y las luces de las calles, edificios y casas lo iluminaban todo, como si de un árbol navideño se tratase.
El atardecer hacia contrastar sus tonos rojizos con los azulados oscuro del cielo.
Todo eso me pudo haber parecido hermoso de no ser por la situación en la que me encontraba. Iba en el asiento tracero de la camioneta de un desconocido, sin saber hacia donde nos dirigiamos y qué cosa me esperaba una vez que llegáramos allí.

El volumen de la música bajó mientras que a su vez la camioneta disminuía su velocidad.
A medida que el vehículo descendía lentamente por la calle pude divisar, a través de la ventana, el río y unas cuántas embarcaciones situadas en la orilla.
Un retorcijon de tripas provocó mi incomodidad al notar que íbamos en dirección a la Costanera, donde hace tan sólo un par de días atrás había visto como los policías se llevaban detenido a Lucas.
Sentí que todo ese asunto era una jodida y estúpida broma de asqueroso gusto. Quién estuviese detras de todo eso era un idiota por creer que aquello me causaría gracia.

La camioneta aparcó finalmente en el camino aledaño a la Costanera. Oí como la puerta del conductor se abrió, y luego se cerró con un pequeño golpe. Oí pasos y a hombres hablando. Uno le daba indicaciones a otro. Las que, obviamente no pude entender ya que estaba maquinando un plan para salir corriendo de allí en el mismo instante en que alguien abriera la puerta.
Ese instante llegó antes de lo esperado. Un hombre apareció de pie junto a mi. Me espante como la mierda al verlo. Sostenía la puerta con una mano mientras que cubría su rostro con una máscara negra.
Retrocedi en el asiento hasta que pegue mi espalda a la otra puerta. Todo ese asunto había pasado de ser curioso a ser una verdadera mierda aterradora. Cada una de las cosas que habían ocurrido desde el segundo en que mi tracero se había dejado caer sobre aquel asiento, indicaban que estaba entrando a la maldita boca del lobo. La estúpida de mi amiga me había enviado directamente a los lobos.

- señorita, ¿puede salir de la camioneta? - dijo el hombre enmascarado.
- ¡ni lo creas!. Yo de aqui no salgo. - brame sosteniendome del cinturón de seguridad. - si me obligas gritaré. Y te aseguro que más de una persona me escuchará.
- sólo baje. Por favor.
- ¿a donde me llevarás?.
- lo sabrá una vez que lleguemos allí.
- ¡vete a la mierda!. ¿crees que soy estúpida? - chille - lo veré cuando llegué allí, ¡si claro!. Veré como me despellejan, sacan mis órganos, me venden por kilo. ¿O acaso crees que no he oído de eso?. Sé perfectamente que hay traficantes de órganos. ¡Ya han desaparecido muchas personas!, y déjame decirte que me resistiré hasta el ultimo segundo. Gritare como un cerdo si es necesario. Te cabreare tanto que ni ganas tendrás de vender mis tripas.- hablé tan apresuradamente que casi ni se me entendía lo que decía. El hombre no dijo una sola palabra, simplemente me escuchó. - si eres más listo me dejarás ir. No querrás las tripas de una cotorra como yo. Piensa que una vez que me mates vendré a penarte. No habrá noche en la que no te jalare las patas. Soplare tus orejas, te tiraré el pelo, y si es posible entraré en el cuerpo de tu novia y haré que te ponga unos cuernos tan grandes que no podrás mantener la cabeza en alto.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now