capítulo 76

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LUCAS.

— era cerca del año dos mil. En una cálida tarde, de alguna de las estaciones del año. Un pequeño niño se encontraba en el patio de su casa jugando con una pequeña pelota de color rojo que su mamá le había regalado. Ambos eran felices, y así habían vivido por cinco años — utilicé ese vívido sueño para relatar mi vida. Respiré profundo y miré a Antonella. Ella me escuchaba en silencio. Con temor en mi interior continué — esa misma tarde. Sin previo aviso, unos hombres irrumpieron en el patio de la casa derribando todo a su paso. Golpearon a la madre, dejándola tendida y herida en el suelo, y sin razón aparente se llevaron al pequeño niño.
Desde ese día no vió más a su madre. De hecho al día de hoy ese niño no puede recordar ni siquiera el color de ojos de esa madre que a la fuerza tuvo que dejar atrás — un nudo en mi garganta me obligó a guardar silencio por unos segundos. Bajé la vista sintiendo como mis ojos comenzaban a arder. Antonella, compadeciendose de lo miserable que seguramente me veía posó una de sus manos en mi cabeza, y con suavidad acarició mi cabello.

— fui llevado hasta Rusia. Lugar donde mi padre vivía. Jamás lo había visto, y de hecho ni sabía que tenía un padre — dije con suavidad — por dos años fui criado por él. No puedo decir que fue del todo malo, pero tampoco puedo decir que fue el mejor de los padres. Me daba todo lo que quería menos algo que era lo que yo más necesitaba. — levanté la vista — amor — dije con voz quebrajada — yo en ese entonces no entendía por qué me  había llevado con él. Por qué me había apartado de mi madre si no me quería. Claro, hasta que conocí a su esposa.
— Natacha...— susurró Antonella.
— si. Una mujer detestable, con una mente retorcida y enferma. Convenció al débil de mi padre de hacer cosas horrendas. Impulsada por obtener poder, riqueza y gobernar prácticamente el mundo entero, creó un ejército, por decirlo de alguna forma, de cientos de jóvenes y niños. Quizá te preguntes "¿por qué?" —  Antonella asintió — los niños son fáciles de convencer. Si un adulto  les dice que lo que harán es lo correcto, que ellos salvarán al mundo y a las personas que viven en el, ellos lo harán. La mente de los niños es más frágil y mucho más fácil de controlar. También se debe a que todo lo que un adulto les puede enseñar les quedará grabado de por vida.
Natacha nos convenció a todos de que sus fechorías estaban salvando al mundo. Nos convenció a todos de que éramos importantes.
Secuestró a niños de todo el mundo. Todos de distintas edades. Borró hasta el último recuerdo de nuestras antiguas vidas. Olvidamos de donde éramos. Olvidamos si alguna vez pertenecimos a una familia. Olvidamos a nuestros padres...Olvidamos todo. Nos obligaron a olvidar incluso como se sentía la felicidad. Fuimos despojados de todas nuestras emociones, para convertirnos en armas humanas.
Los voyska, que eran los encargados de vigilarnos, nos enseñaron a hablar distintos idiomas, de tal forma que las personas a las que éramos enviados a atacar no pudiesen  distinguir en nuestras nacionalidades y no supieran quién era responsable del ataque.
También nos enseñaron a pelear. Fuimos disciplinados para atacar tanto con armas como a mano limpia. Y así fue también como nos dividieron por filas.
Fuimos seleccionados por nuestras habilidades, y marcados como ganado.

— ¿entonces lo de tu muñeca...? — preguntó en voz baja.
— no fui marcado de la forma en que te conté. Aquella vez te mentí. Esta marca que vez aquí — le mostré mi muñeca — el número indica la cantidad de personas que habían en la sección y la letra la habilidad que  poseías como filero.
La letra A indica que aquellos fileros son expertos en combates con armas. Por lo general son siempre los que se envían al frente en un ataque. En cambio la letra B indica que los fileros son expertos en combates a mano. Manejan distintos tipos de artes marciales y lucha.
— ¿y la letra C? — preguntó mirando mi muñeca.
— la C — tomé una bocanada de aire — esa letra indica que los fileros son hábiles tanto para el combate con armas, como para combatir a mano. Se podría decir que somos su arma más valiosa. Y lamentablemente para todos los que hemos pertenecido a esa fila, somos los que más jodidos terminamos.
— ¿por qué?
— siempre fuimos los elegidos para sus más famosas misiones. Donde cada acto que teníamos que realizar nos convertía en el monstruo que ella decía que nos volveríamos. Debíamos realizar misiones de ATDE que significa aniquilación total del enemigo, las cuales consistían en matar hasta el último integrante de una familia, con el fin de que aquel clan no volviese a surgir. También nos enviaba a las misiones de CDT  que significa conquista de territorio, en ellas debíamos eliminar personas, quemar viviendas, edificios, etc; Para tomar posesión de la tierra. Con esas misiones Natacha logró hacerse de una gran parte de territorio en distintos puntos clave de Rusia.  También éramos los enviados para realizar las misiones de sangre. De cierta forma creo que esta misión era la más cruel.
— ¿por qué? — preguntó.
— en ella debíamos secuestrar al integrante menor de la familia atacada. Se les borraba la memoria, luego eran entrenados por los voyska. Para finalmente, una vez listos, ser enviados a aniquilar a su propia familia.
— que horrible — hizo una mueca al imaginarse la situación — ¿pero por qué le hacían eso a las personas? ¿cúal era su fin para destruir familias?
— no eran familias al azar — aclaré — siempre eran personas acaudaladas, con grandes fortunas, políticos, oficiales de las fuerzas armadas, enemigos de Natacha. Gente poderosa de la cual ella podía sacar provecho, o de la cual debía deshacerse para cumplir su objetivo.
Tener el poder absoluto.
Gracias a nosotros Natacha obtuvo poder sobre bandas terroristas, narcotraficantes. Derrocó a muchos líderes mafiosos.
— ¿y ustedes que ganaban con todo eso?
— seguir un día más con vida — dije — al estar en las filas no tenías muchas opciones. Ibas a combate, ganabas y podías vivir un día más, o morias en acción. Pero si ibas a combate y no lograbas tu objetivo los voyska se encargaban de acabar contigo, y no lo hacían de una forma simple. Te hacían lamentar cada segundo de vida que tenias, provocando que desearas morir de una buena vez.
Así pasé ocho años. Entrenando, combatiendo, asesinando a personas, tomando territorios, extorsionando a políticos, corrompiendo oficiales. Viendo como mis compañeros morían o eran asesinados en nuestras propias narices, con el fin de enseñarnos a seguir como unos malditos perros las órdenes que nos eran dadas.
En cada misión a la que era enviado pedía morir. Qué una bala me atravesara para ya no continuar viviendo de aquella forma. Pero jodidamente le temía a la muerte. Después de tantos años viéndola, y arrebatandola con mis propias manos, terminé temiendole.
— ¿a cuantas...? — Antonella tragó saliva antes de terminar la pregunta — ¿cuanta gente mataste?
— más de las que puedo contar...— respondí asqueado — nunca llevé cuentas de ello. Luego de cumplir las misiones lo único que pedía era olvidar. Y pues, como hijastro de Natacha tenía ciertos lujos. Cómo por ejemplo borrar de mi memoria todas las cosas que había hecho. Así estuve los primeros años de filero. Borrando de mi memoria cada una de las misiones. Era algo agotador.
— ¿borraban tú memoria?
— si. Mi padre se lo pidió — solté una débil carcajada — no quería que su hijo creciera con aquellos recuerdos en su cabeza. No quería un hijo dañado.
— que estúpido — soltó.
— durante un tiempo me sirvió el borrar aquellas cosas de mi cabeza, pero llegó un momento en el que ya no me funcionó más. Era tanta la culpa que sentía que  nada me podía hacer olvidar lo maldito que estaba. Jamás creí poder salir de ahí. Aunque cada noche me lo imaginaba. Imaginaba ser libre, poder decidir mi vida por mi mismo. Me imaginaba ya no haciendo más daño. De vez en cuando imaginaba que era un chico normal, con una vida absolutamente ordinaria. Qué mis mayores preocupaciones eran las fiestas, las chicas y cosas por el estilo — sonreí de soslayo — de hecho muchas noches durante algunas misiones junto a Ricky, nos imaginábamos vidas paralelas. Mientras nos encontrábamos escondidos en distintos puntos del bosque, edificio, o donde estuviéramos. Nos hablabamos por radio y nos inventamos historias. Vidas paralelas, nos imaginábamos en fiestas, cotorreando sobre alguna chica a la que le hubiésemos puesto el ojo — sonreí al recordar aquellas cosas — imaginábamos situaciones normales para chicos de nuestra edad. Situaciones que hubiésemos dado todo por vivir.
— ¿Ricky también era un filero?
— si... —solté un suspiro— y creo que gracias a que él estuvo ahí conmigo pude resistir toda esa porquería.
— ¿entonces Ricky no fue adoptado por Natacha?
— él fue raptado cómo todos los demás.
— esto... — suspiró llevando las manos a su rostro y luego pasándolas por su cabeza — esto es una verdadera locura.
— daría mi vida porque fuera solo eso— dije mirándola avergonzado — no sabes lo difícil que ha sido todo esto. Lo mierda que me he sentido cada vez que te he tenido que mentir.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Where stories live. Discover now