capítulo 31.

1.2K 111 0
                                    

LUCAS.

-¿aún están dentro?-pregunto Ricky agachandose a mi lado.
-si. Debemos esperar a que Jackson quede sólo.

Pasamos prácticamente dos horas escondidos en el tejado de la casa de Jackson. Debíamos mantenernos ocultos de sus matones, quienes rondaban la mansión.
Ricky se mantuvo a mi lado. Ambos recostados de vientre, justo arriba del despacho de Jackson. Lo vigilamos en silencio, y a ratos veíamos a través de un enorme Tragaluz, como entraban y salían sus hombres.
Mantuve mi arma todo el tiempo pegada a mi pecho. Hace ya mucho tiempo que no hacia uso de una.
Estar en esa situación me hizo recordar y revivir gran parte de mi pasado. La situación no me era ajena en lo absoluto. No era la primera vez que acechaba a un hombre, para luego acabar con el.
-Paúl quiere saber a que hora atacaremos- Ricky me hizo salir de mis ensimismamientos.
-cuando yo encuentre que es el momento- le susurre. Ambos hablábamos entre murmullos, por temor a ser escuchados o captados por las cámaras de seguridad que se encontraban en algunos puntos específicos del tejado.

-ok. Paúl ¿me escuchas?- Ricky hablo por una pequeña radio que habíamos adquirido de unos aliados.
-si, te oigo.
-bien, rottweiler dice que el nos indicará cuando atacar. Por ahora mantenganse ocultos para que los guardias no los cachen.

Sentí que la noche se hacía más helada, y la espera eterna.
Mi pulso cada vez se hacía más rápido. Los nervios y la tensión no hacían una buena combinación.
Cerré los ojos, tratando así recobrar la compostura. 

-Lucas, Lucas- sentí el codo de Ricky clavarse en mis costillas. Abrí los ojos apresuradamente y lo mire.
-esta sólo- dijo éste. Mire a través del Tragaluz. Jackson estaba sentado bajo nosotros, con los codos apoyados sobre su escritorio.
Mi pulso se disparó. Trague saliva en seco. Lentamente, y con la mayor de las cautelas me puse de pie.

-ya es hora- dije a través del radio.

ANTO.

Llegué a casa de Daniela a eso de las 10:30, justo como ella me había dicho.
Durante el día. Bueno lo que quedó de el, no hablamos mucho. Luego de la conversación que tuvo ella con Sebastián en el pasillo no quise hablarle. A ninguno de los dos. Si les decía algo las preguntas comenzarían a escaparse de mi boca de forma involuntaria. Preferí callar e interrogar cuando yo encontrará conveniente.

-anto, al fin llegas- Daniela me saludó con un fuerte y apretado abrazo. Entramos a su casa. Su padre, Luis, un hombre divorciado hace ya más de diez años, estaba en la cocina secando platos.
-hola, ¿cómo a estado? - lo salude.
-antonella. Tiempo sin verte por aquí. Yo de maravilla ¿y tu?
-pues, ya me queje lo suficiente, a sí que...- Luis al escucharme solto una carcajada, y dejo un plato sobre la alacena puso una mano sobre mi hombro.
-¿tan joven y llena de problemas?
-ni se imagina.
-ok- intervino Daniela- no te distraigas más. Debemos hacer pronto ese trabajo.- me despedí con una sonrisa de el padre de Daniela, y junto a ella subí las escaleras hasta su cuarto. Una vez dentro me deje caer sobre la cama de esta.

-¿todo bien?- dijo Daniela al notar mi expresión.
- dímelo tu- dije sin mirarla. Mi vista estaba clavada en el techo. El interrogatorio se hacía cada vez más difícil de contener. Las preguntas con respecto a esa extraña conversación que le escuche tener con Sebastián se estaban volviendo incontenibles, igual que el vómito.
-ok, a ti te sucede algo, ¿qué es?- Daniela se sentó a mi lado en la cama. Por el rabillo del ojo vi como me observaba directamente, sin pestañear. Yo sabía perfectamente que no me quitaría los ojos de encima hasta que yo la mirase a ella.
Lentamente, y bufando pose mis ojos en los suyos.
- ¿qué tienes con Sebastián?- pregunté sin rodeos. Daniela rodó los ojos y se paró de la cama.
-¿de nuevo con el mismo tema?
- si me hubieses respondido desde un principio ahora no estaríamos en lo mismo.
-antonella, entre Sebastián y yo no pasa nada.
-¿entonces por qué han actuado tan extraños este último tiempo?
-¿extraños? Nena, esos son rollos tuyos.
-oh no, no me jodas con eso. Los conozco a ambos, perfectamente, y se que algo se traen. ¿qué es? ¿están saliendo?
-¡antonella por favor! ¿cómo  crees?
-si no es eso ¿entonces qué?- Daniela suspiro agotada, se paso las manos por el rostro, y se sentó a mi lado.
-¿de verdad quieres saber?
-¡si malditasea!
-ok- dio otro suspiro- entre Sebastián y yo no pasa nada. Al menos en la forma que tu piensas. No estamos saliendo, ni mucho menos somos novios. Si hemos actuado raro este último tiempo, no es realmente por un tema nuestro, o sea propio de los dos. Es por un tema más bien que tiene que ver con nuestros padres.
-espera, ¿a que te refieres cuando dices "nuestros padres"?.
-a eso. Anto, mi papá y la mamá de Sebastián son pareja.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora