capítulo 49.

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LUCAS.

- así que, los gemelos te invitaron a cenar ¿eh? - dijo Carl escudriñandome.
- si señor - respondí rápidamente.
- Rebeca me dijo que cuando llegó tú ya estabas aquí.
- si, es que vine a ver como seguía antonella.
- ¿no fuiste a trabajar, Lucas?.
- me tomé el día señor.
- ya veo...- Carl entrecerro los ojos, guardando un silencio que producía miedo, luego, como si nada, sonrió de forma divertida.- ya decía yo.
- ¿disculpe?.
- nada, nada. Come.

Asenti con la cabeza y continúe comiendo.
Estábamos todos sentados a la mesa. En silencio, claro, con excepción de los gemelos. Hablaban tratando de dirigirse a alguien. Pero al final lo hacían para ellos mismos. Nadie les prestaba atención alguna. Antonella se mantenía cabis baja, Rebeca nos escudriñaba a todos con la mirada, y Carl comía con total tranquilidad, mientras que yo estaba cada segundo más incómodo.
Si bien Carl ya estaba al tanto de lo que sentía por su hija, eso no quitaba el temor a la reacción que podría tener ahora que Rebeca también lo sabía.

- ¿y bien Lucas? - habló Rebeca - ¿no tenías algo que decirle a Carl?. - la miré a ella y luego a su esposo. Carl tenía ambas cejas alzadas.
- ¿qué tienes que decirme? - preguntó él llevándose una cucharada de arroz a la boca.
Me reacomode en el asiento, aclaré mi garganta y hablé guardando cautela.
- tiene que ver con lo que conversamos anoche.
- oh... ¿no me digas que...?.- asenti.
- si, señor.
Carl miró a su esposa, quien nos miraba a ambos con su rostro vuelto un verdadero signo de interrogación.
- ¿de qué demonios hablan? - Bufó ella. Luego hizo una pausa. Después de unos segundos su rostro se iluminó totalmente, comprendiendo finalmente lo que habíamos dicho Carl y yo - ¿tú ya sabías? - le preguntó a su esposo.
- algo así.
- ¿cómo?.
- anoche hablé con Lucas, y ahí me lo contó.
- ¿qué cosa te contó? - inquirió Antonella.
- ¿qué cosa más va a ser? Que te quiere pues niña.
- ¿le dijiste eso a mi papá? - me miró perpleja.
- era tonto negarselo si él ya lo sabía - me encogi de hombros.
- ¿qué?.
- hija no te espantes - rió Carl.- ¿tú de verdad creías que tus padres eran tan ingenuos?.
- papá yo...
- nos dimos cuenta hace mucho tiempo de lo de ustedes. Pero no dijimos nada porque no tenía sentido regañarte o reprocharte alguna cosa. No somos monstruos ¿lo sabías?.
- Dios mío...
- claro que tampoco es algo que nos provoque saltar en un pie - intervino Rebeca.- yo ya te dije lo que pienso.
- lo sé mamá.
- sólo quiero que tengan cuidado, y me refiero al colegio, Lucas. No quiero que por una imprudencia de ambos terminen perjudicados.
- tranquila Rebeca, eso no ocurrirá.
- más les vale. No quiero que un día me llame la directora para decirme que mi hija anda de coqueta con uno de sus profesores. Eso llega a pasar, y esto va para ambos, me llegan a decir una cosa como esa y los dos se tendrán que atener a las consecuencias ¿estamos claros?. - Antonella y yo asentimos.
- dejalos, ni que fueran unos niños.- rió Carl.
- por eso mismo lo digo. ¿ o acaso tú crees que a esta edad sólo piensan en jugar a las casitas?.
Ese comentario provocó que tanto Antonella, Carl y yo nos trapicaramos. Los gemelos se echaron a reír, mientras que Rebeca rodaba los ojos e iba por agua.
Pasamos cinco minutos casi sin poder respirar. Ese fue un comentario que ninguno se esperaba. Aunque de cierta forma ella tenía razón. Y obviamente yo estaba al tanto de todo eso. Jamás pretenderia que hablaran mal de Antonella, que la apuntaran  con el dedo, o la criticaran por salir conmigo.

Luego de la cena decidí irme a casa. Ya era algo tarde y mañana debía ir a trabajar.
Me despedí de todos y fui acompañado por Antonella hasta la calle.
Nos detuvimos en la acera para hablar.

- lamento mucho la imprudencia de mi mamá - dijo ella rodando los ojos.
- tranquila. Tiene razón y está en todo su derecho. Es tu madre y le preocupas.
- es una exagerada lengua larga - bromeó ella. Solté una carcajada y pose mi mano sobre su cabeza.
- pero al menos no se opuso a lo nuestro.
- aunque lo hubiese hecho.
- no digas eso. Son tus padres y quieren lo mejor para ti.
- supongo - se encogió de hombros.
- ¿cuándo comienzas a ir a psicólogo? - quise saber.
- mañana por la tarde tengo agendada una hora con él. No quiero ir.
- debes hacerlo. Él puede ayudarte.
- nadie puede hacerlo - murmuró Antonella casi para ella misma. La atraje hacia mi pecho y la abracé. Realmente me preocupaba cuando hablaba de esa forma. Me dolía mucho escucharla decir esas cosas, y más aún el asegurar que nadie podía ayudarla. Pero qué podía hacer yo. Ella no confiaba lo suficiente en mi como para contarme.
- yo podría ayudarte si me contaras qué fue lo que te ocurrió. - susurre contra su cabello.
- ya hablamos de eso Lucas.
- lo sé - me aparté de ella sosteniendo sus hombros - Pero no esperes que me de por vencido.
- Lucas.
- Antonella, lo quieras tú  o no igual te ayudaré. No sé  de qué forma, pero lo haré.
- por favor...
- buenas noches - besé su frente, y antes de apartarme totalmente de ella bajé hasta su oreja y le hablé en un susurro.- te amo enfermera mono.
Aparté mis manos de sus hombros, y me aleje observando como el negro de sus ojos brillaba.
Podía entender que su problema era algo difícil de hablar. Pero yo no quería quedarme ahí, sin hacer nada. Movería cielo, mar y tierra hasta verla bien. Hasta ver que ese maldito asunto ya no le atormentase más.

¿Qué Oculta Profesor Miller? (Borrador)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora