La mariposa

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La perseguía
y soñaba
con atraparla
a través
de los prados
de la vida.
Corría tras
la mariposa
de la felicidad.
Eran muchos
los numerosos
intentos
por apresurarse
y apresar
un instante
de dicha.
Todo su afán
era capturarla.
Cuando más cerca
se encontraba
de la felicidad,
siempre terminaba
por decepcionarse,
porque se desvanecía
en el último momento
cuando más próximo
se encontraba.
La mariposa
se desvanecía
entre las brumas
de la incertidumbre
de la vida.
Como perseguir
a un fantasma
que sólo conoce ella,
la puerta que le adentra
al otro mundo.
Y si conseguía encontrar
una nueva llave,
descubrir la posibilidad
de pasar a otro mundo
imaginario tras su pista.
A una dimensión
desconocida
llena de espejismos
en los desiertos
de la soledad.
Abriendo las puertas
que le adentraban
a mundos
ilusorios,
su esfuerzo
siempre no
merecía la pena.
La mano sigilosa
que se acerca despacio
lentamente para atrapar
las preciosas alas
de armónicos colores,
que desplegadas de belleza
prometían una vida
de un nuevo renacer
repleto de expectativas
de un futuro mejor.
Un nuevo trabajo,
un nuevo amor,
un golpe de suerte
del destino.
Algo que acabará
con su desafortunada
existencia y desatino.
Una angustia
que nunca
le abandonaba
y una continua
búsqueda
de placeres efímeros
que no llenaban
su vida vacía.
Pensaba que
aquel animalillo
fugitivo le iba a llevar
al traste,
todo su vano empeño,
por alcanzar lo inalcanzable.
Pero ciega detrás
de aquél insecto precioso
y sin desistir en
frenéticos desencuentros,
volaba cada vez mas lejos
a medida que
procuraba acercarse
con sumo cuidado.
Tan cerca pero tan lejos,
pensaba ella,
cuando atrapar la felicidad
se encontraba a un
palmo de narices.
Sus rápidos
aletéos la hacían
perderla una vez
más de vista.
Consumiendo la paciencia,
frustrando esperanzas,
sin fuerzas,
al fin el desaliento,
cansada de perseguir
imposibles.
Desistió de
la infructuosa búsqueda.
Se sentó a la orilla del río
cerró los ojos
y respiro con tranquilidad.
Escucho el murmullo
del agua que
fluía alegremente
por los arroyos de aguas
frescas y diáfanas.
Soñaban en su discurrir
los ríos con océanos
inconmensurables de calma.
Sin querer buscar
nada más,
cansada de
estar cansada,
y en un momento
de paz interior.
Miro hacia dentro,
absorta por los sonidos
a los que invita
la naturaleza,
su corazón acelerado
se iba serenando
profundamente
en latidos más lentos.
Mientras el canto
de los jilgueros y ruiseñores
le sumergían en una quietud
deliciosa y deleitosa.
Le envolvió un silencio
muy profundo y comenzó
a comprender que correr
hacia ninguna parte
no era el propósito
por el que había nacido.
Experimento en aquél
espontáneo proceso
una metamorfosis
en lo mas hondo de su ser.
Como la oruga que sueña
con ser mariposa
y dejar de observar
desde una rama
lo que se puede
contemplar
desde otra perspectiva
en pleno vuelo
en un jardín secreto,
de nuevos matices.
Una meditación inefable
que estaba
apunto de producir
un cambio de rumbo.
Sin sofocar
más irresistibles
deseos incontenidos
y sin pedir nada...sonrío
desde muy dentro
esperando nada.
En se preciso momento,
sintió en su
rostro la caricia
de un viento mensajero
que anunciaba
un momento
trascendente
consigo misma.
Se imagino
que era una flor
inmensamente bella
y que de sus pétalos
desprendía la esencia
más pura
de un néctar divino.
Y justo en ese instante
mágico se poso
dulcemente
en un hombro,
la mariposa
a su encuentro.


Alberto Real Borrueco

Tiempo de PoesíaWhere stories live. Discover now