La auténtica belleza que descubrimos cuando nos permitimos sentir. Es el verdadero alimento del alma, el que se nutre de una mirada o del fulgor de una estrella clavada en el firmamento.
Dedicado a todos los que me animaron a escribir.
Era el tiempo de las mañanas verdes, de las tardes azules y las noches rojas. De los días de ajustado pantalón, de los espejos que atraparon besos en los ascensores, que nos ascendieron a los cielos y de los descensos del desamor los primeros infiernos. Era el tiempo de una cerveza fría y de la sangre caliente. De los antros de medianoche como dos kamikazes apunto de impactar con un iceberg para romper el hielo de distancia que marca la timidez. Era el tiempo de el estilo y del humo del cigarro que se consumía como la vida misma. Era el tiempo del rock ando roll de miles de conciertos, de irnos con la música a otra parte. Era el tiempo de los exámenes, mientras examinabamos nuestros cuerpos en la oscuridad nuestros ojos huecos llenos de luz. Era el tiempo del gato en el tejado de la casa de tu madre, el único espectador de cómo volaba la ropa que cubría dos volcanes en plena erupción. Era el tiempo de terremotos en dedos tremulos por encontrar el fruto de la pasión. Hoy la nostalgia de una sonrisa de arcoiris, empaña el cielo de otro tiempo en la memoria. Era el tiempo de un pasado y su esplendor. De mil encrucijadas sin saber a dónde se va cuando el camino no tiene rumbo y los errores forjan un destino. Era el tiempo de los tiempos felices y de lágrimas en la mesa de aquel bar del que no recuerdo su nombre. Aún asi tu nombre no lo enterró el olvido en la playa de los atardeceres arrebolados. si te pienso. Mientras suena nuestra canción en la ciudad del viento.
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