La auténtica belleza que descubrimos cuando nos permitimos sentir. Es el verdadero alimento del alma, el que se nutre de una mirada o del fulgor de una estrella clavada en el firmamento.
Dedicado a todos los que me animaron a escribir.
Trepando como una yedra por el tronco de tu figura. Sin dejar un rincón por recorrer, tu silueta entre las sombras. Encadenado a tu cintura con la llave que abre el amor. Penetro en tus adentros si se abre una flor. La noche nos envuelve en su piel de terciopelo rayo de luna que ilumina caricias. Brasas encendidas de la pasión, deseo que en tus ojos puedo adivinar. Una orquidea bajo tu vientre, ese lugar donde me pierdo. Laberintos sin salida en tu templo sagrado quiero entrar despacio. En la fiesta de los dos invitados la noche nos celebra.
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