La auténtica belleza que descubrimos cuando nos permitimos sentir. Es el verdadero alimento del alma, el que se nutre de una mirada o del fulgor de una estrella clavada en el firmamento.
Dedicado a todos los que me animaron a escribir.
El alma otoñal se desnuda de las hojas escritas de otro tiempo. Descubierta y desnuda, dispuesta a escribir un reencuentro consigo mismo. Encuentra claridad en las ramas vacías que se mecen a merced de un viento interno y puro que se lleva el pasado. Otoño del alma, si me desprendo de aquello que ocupa el espacio de mi mirada. Qué quiero ver de nuevo mi alma enamorada cuando llegue la nueva alborada. Otoño de hojas secas que vistes el suelo con alfombras marrones, es el crujir de mis pies descalzos sobre el suelo yermo por donde piso. El mismo que se transforma en un cielo añil luminoso en mi mente, si despierto al niño que duerme. Si cambio los muebles viejos del corazón, la buena madera para la próxima estación que anuncie el frío invierno de mis adentros. El otoño me renueva en cada mudanza donde habito.
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