El espíritu del bosque

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Me adentro en el bosque
en busca de la melodía
sagrada de la naturaleza,
al mismo corazón
de las raíces que se enredan
en tierra de nadie.
Allá donde no haya ruido,
tan solo el latido
de cardias de los árboles
que percibo
cuando dentro de mi
se manifiesta
un silencio infinito.
En un amor
me siento
un mismo ente
con el roble
y un mismo ser
con los pájaros
si vibró al son
del canto hermoso
de los pinzones.
Me adentro
allá dónde
viven los lobos
que corren de madrugada
aprovechando
los rayos de luna
que iluminan
sus esquivas pisadas.
Me adentro dónde
nacen los ríos
que descienden arroyos
bramando
a su paso el agua
formando cascadas
de sentimientos
en mi alma
que torna diáfana
ante tanta belleza.
Embrujado quedo
si mira la lechuza
anunciando un cambio
y muero para vivir
de nuevo
en este entorno
de dónde procedo
en mi origen ancestral
de los primeros tiempos.
Muy lejos del ruido
de los hombres
que persiguen quimeras
y olvidaron quienes eran.
Me adentro en el bosque
de los suspiros
para enamorarme
de las montañas
que se alzan
desafiando retos,
si quiero subir
a la cumbre
y contemplar
que hay más allá
en la otra cara oculta,
por dónde se esconde
el sol cada tarde
por un horizonte
tan enigmático
como secreto.
Me adentro en el bosque
para perderme
y así por fin poder
encontrarme.
Es mi patria,
mi territorio sin frontera,
el lugar del que procedo,
si no soy más
que un nómada
sin rumbo a ninguna parte,
me pertenece el mundo
como yo le pertenezco,
que solo quiero
emprender un viaje
hacia dentro de mi interior.
Como un druida
que habla con los árboles
y los pájaros de la foresta
en un lenguaje mágico.
Escuchando en mi propio
latir de mi corazón
como corre la savia
por los troncos y ramas
de un viejo sauce.
Cómo mi sangre
corre acompasada
por las arterias
de la tierra
si despierto del sueño
del asfalto,
cuando me adentro
en el espíritu
del bosque.


Alberto Real Borrueco

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